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jueves, 30 de octubre de 2014

Álvaro Paulo de Córdoba



Álvaro Paulo de Córdoba nació en Córdoba en los primeros años del siglo IX (en el ochocientos y algo) en pleno emirato andalusí.
            Debió tener una posición económica acomodada, con casa en la capital y tierras fuera. Tendría un patrimonio suficiente para poder vivir de rentas y poder dedicarse a la teología y la literatura.
            Estudió en la escuela monacal del Abad Speraindeo. Fue compañero de estudios de Eulogio de Córdoba, uno de los mártires cordobeses con el que mantuvo toda su vida una gran amistad y del que escribió su biografía poco después de que Eulogio fuera ejecutado en el 859. Después de la muerte de su amigo, Álvaro cae en una grave enfermedad que le lleva en el 861 a recibir el sacramento de la penitencia, que solo se recibía una vez en la vida, normalmente en peligro de muerte, pero que si se conseguía sanar, se estaba obligado a cumplir la penitencia pública y a vivir una vida de castidad y abstinencia de participar en la eucaristía. En definitiva, era una vida más propia de un monje que de un seglar como Álvaro. Este hecho parece que le amargó sus últimos meses de vida hasta que murió a principios del 863.

            Álvaro de Córdoba fue testigo del proceso de islamización y de arabización de al-Andalus que impulsó Abderramán II. Nuestro personaje se queja de este proceso en un libro que escribió en el 854 con el título Indiculus Luminosus. Se queja de que los jóvenes cristianos ya descuidan y desconocen la lengua latina y sin embargo aprenden la lengua árabe, leen los libros en árabe y los coleccionan con gran afición y entusiasmo. Este conocimiento y dominio del árabe se da, curiosamente, incluso en algunos de los mártires voluntarios, según cuenta el propio Eulogio de Córdoba.
            A estos cristianos arabizados de al-Andalus se les ha conocido después con el nombre de mozárabes, palabra que viene del árabe “mustarab”  (arabizado). Debían ser muy numerosos en esa época si nos atenemos a la cantidad de monasterios e iglesias que había en Córdoba y sus alrededores, que además de lugares de culto eran sitios de estudio y de reflexión comunitaria. Los conocemos por las alusiones que hacen a ellos en sus obras los mozárabes cordobeses y por las indicaciones que nos da el calendario de Recemundo, que señala las fiestas cristianas y en los templos en que se celebraban. Como curiosidad podemos constatar que ya en esa época se celebraba en Córdoba la fiesta de la cruz el día 3 de mayo.
Álvaro, siguiendo a su maestro, el abad Esperaindeo, que escribió su “Apologético contra Mahoma” para frenar la creciente conversión de cristianos al Islam, encabeza la lucha intelectual contra ese proceso imparable. y hace un ataque furibundo contra la figura de Mahoma al que compara con el anticristo, siguiendo la polémica que se había desarrollado en el oriente bizantino.
La primera parte del libro está dedicada a la defensa de los mártires cristianos de Córdoba, un movimiento de martirios voluntarios según un procedimiento que consistía en insultar públicamente a Allah, Mahoma y el Corán, a sabiendas de que esa acción estaba castigada con la pena de muerte. Durante apenas un año, varias decenas de fanáticos cristianos se entregan voluntariamente al martirio.
Ese movimiento preocupa al emir Abderramán II que  insta al obispo Recafredo, metropolitano de Sevilla, a convocar un concilio de obispos para zanjar la cuestión.   
Una parte de la jerarquía y del pueblo cristiano, que consideraba que no había persecución a los cristianos por el hecho de serlo, no veía bien ese proceder e incluso lo consideraba pecado, pero el concilio se zanjó con una solución ambigua que no contentó a ninguno de los bandos. Se prohibía que se siguieran presentando voluntarios al martirio pero se reconocían como mártires a los que ya habían muerto.
Este movimiento de los mártires podríamos considerarlo como una reacción virulenta de una minoría a la intensa islamización y arabización cultural de los cristianos en época de Abderramán II, y en el que creo que abría que incluir también como posible motivo, al menos para los instigadores en la sombra como Alvaro, el impuesto especial que se había creado para gravar los patrimonios de los cristianos.

1 comentario:

Preste Juan dijo...

Realmente interesante. Un blog en el que aprender. Felicidades.