Nuestro autobús paró próximo a la gran
explanada de la Mezquita Hasan II.
Bajamos y Yunes nos presentó al guía local que nos iba a explicar y
enseñar el interior de la mezquita. Nos preguntó: ¿quién de nosotros estaba
interesado en visitarla por dentro? Como es natural, a la vista del precioso y
gran monumento que teníamos delante, todos dijimos que queríamos ver el
interior. Nuestro guía Yunes nos dijo que le diéramos cada uno 12 euros, que
era el precio de la entrada. Mientras sacaba las entradas Yunes, nos dijo que
podíamos a partir de ese momento ver la Mezquita por fuera.
Empezamos a recorrer el perímetro
observando la grandiosidad del monumento. Tanto el gran alminar como el resto
del templo siguen la tradición del Arte Andalusí y aspectos concretos del
Magrebí. La decoración exterior tanto de lacerías atauriques, columnas o
capiteles están labrados en mármoles bellísimos y diversos de excelente calidad
tanto por los materiales como por el acabado primoroso que tienen. Las
dimensiones son espectaculares, pero muy proporcionadas entre sí. La variedad
de la decoración es continua en cada uno de los lugares del monumento al cual
se mire.
A quien sea amante del arte lo primero que
piensa es en el tiempo, diciéndose para sí: para ver con un mínimo detalle todo
el exterior haría falta un día largo de minuciosa observación, por la infinidad
de motivos arquitectónicos y ornamentales que tiene. Y sabiendo como sabíamos
del poco tiempo de que disponíamos tuvimos que hacer un recorrido rápido para
poder estar en el lugar en el cual Yunes nos entregaría las entradas. Hicimos
multitud de fotos, con la esperanza que tiempo después recordáramos detalles de
esta gran obra que apenas habíamos interiorizado con el recorrido tan veloz que
estábamos haciendo.
Me impresionó a mí grandemente la altura y
majestuosidad del gran alminar, o minarete, de la Mezquita Hasan II. El
cuadrado de esta torre se eleva al cielo con una orientación de 45 grados
respecto a la fachada principal de la mezquita. El objetivo es mostrar el
alminar con una perspectiva mayor y de más volumen, que si la cara de la torre
se hubiera situado paralela a la fachada principal.
Disfrutamos al máximo viendo tanto arte, en
una obra de finales del siglo XX. Pero ya era hora de concentrarnos en el lugar
que nos había indicado nuestro guía marroquí. No tuvimos que esperar puesto que
llegó con las entradas, y momentos después nos presentó al guía local de
Casablanca que nos iba a explicar el interior de la Mezquita.
Nos descalzamos metiendo el calzado en una
bolsa que nos dieron y comenzamos a entrar al interior del templo. Al penetrar
en este espacio sagrado el impacto que sufrimos fue grande, al ver las enormes
dimensiones de este templo, y la gran altura de su techumbre y bóvedas, donde
absolutamente todo el espacio interior de alfarjes (techos), bóvedas, columnas
basas y capiteles, galerías sobrealzadas para las mujeres, o el frontal donde
se sitúa el Mihrab están trabajados artísticamente al máximo nivel.
El guía local nos reunió al comienzo de la
gran sala de oraciones, para explicarnos ampliamente los mil y un detalles que
tiene la Mezquita Hassan II. Por desgracia al no haberme llevado mi grabadora
no los puedo exponer aquí. Tan sólo decirles lo que muestra el folleto de la
Mezquita, que también coincide con lo que nos dijo pero, claro, de una forma
muy esquemática.
“La Mezquita Hasan II, de Casablanca, está erigida en parte sobre el
agua, y es una de las más bellas edificaciones iniciadas por el difunto rey
Hasan II, que se refería al versículo del Corán que dice que –el trono de Dios
era sobre el agua-.
“Es una obra maestra de la arquitectura árabo-musulmana. Una de las
proezas del siglo XX. Es única a través del mundo por parte de sus dimensiones
y de su arquitectura”.
“Pieza maestra de la Mezquita Hasan II es la sala de oraciones. Tiene
una superficie de 20.000 metros cuadrados, y con una capacidad para 25.000
personas. Está además dotada de un gran alfarje (techo) móvil”
“ Posee dos grandes galerías (o balcones) consagrados a las mujeres. El
trabajo de la celosía de estas galerías es de una fineza extraordinaria”
“La sala de las abluciones es una joya arquitectónica. Está constituida
con 41 fuentes de mármol. Dos Hammams (baños) son visitados”
“ Posee esta Mezquita el alminar ,o minarete, más alto del mundo. Tiene
una altura de 200 m.”
“2.500 obreros y 10.000 artesanos participaron en la construcción de
esta gran obra durante 6 años, desde 1987 hasta 1993.”
A mí me gustó especialmente la gran sala de la
oración. Su altura nada tiene que envidiar a los techos de nuestras grandes
catedrales. Sus techos y alfarjes están
sustentados con unas fuertes y altísimas columnas rematadas con
primorosos capiteles. En el muro de la quibla, donde se sitúa el bello Mihrab,
nos dijo nuestro guía local, están representadas todas las religiones
monoteístas. También nos comentó que en las solemnidades religiosas se corre el
gran techo de la sala de oraciones. se abre automáticamente para dejar ver el
cielo, mientras los fieles rezan.
Otro detalle que nos dijo el guía de
Casablanca y que pudimos comprobar es que de los varios miles de puntos de
iluminación que tiene la Mezquita Hasan II, ninguno se ve, pues están
perfectamente camuflados entre la exhuberante decoración que tiene esta obra
maestra.
Nos quedamos extasiados mirando sus altas
bóvedas con excelente decoración, la policromía y talla de sus alfarjes, la luz
tamizada por sus celosías que entra del exterior. La rica artesanía
desarrollada para construir el espacio de oración de las mujeres en sus grandes
galerías. Todas las salas y espacios adyacentes a la sala principal de la
oración que son de una belleza inigualable. Y lo que a mí me produjo más
satisfacción: ver en toda la obra de esta gran Mezquita la huella y la herencia
del Arte Andalusí.
Nos hubiéramos quedado allí todo el día,
porque había mucho que ver y admirar, pero nuestro guía nos dijo que ahora
íbamos a ver, cuando saliéramos al exterior y pasáramos a otras dependencias:
la sala de las abluciones y dos grandes baños marroquíes que tiene la Mezquita. La sala de las
abluciones tiene bien dispuestas las 41 fuentes hechas arquitectónicamente con
gran belleza pero con carácter utilitario con el fin de que numerosos fieles se
puedan lavar a la vez antes de ir a la oración. En cuanto a los baños
marroquíes nuestros guías nos dijeron que no se usan nunca, por lo que su
finalidad es la de enseñarlos con un fin didáctico.
He de resaltar tan solo una cosa que no me
gustó del complejo de la Mezquita, y es una zona de servicios que hay para uso
de los visitantes próximo a la sala de las abluciones. Están construidos con
excelentes materiales, pero cuando fui a usar uno de ellos, la verdad, el
mantenimiento en cuanto a limpieza y funcionamiento deja mucho que desear. Y es
una lástima, porque en el complejo de esta gran Mezquita, que está hecha a la
perfección. Donde, por lo que podemos observar no se ha escatimado nada, creo
que debería tener y formar al personal necesario para que los servicios que
usan los visitantes funcionen muy bien y estén siempre extremadamente limpios,
para no destacar, en negativo, sobre la grandeza de este maravilloso templo
religioso que ha sido edificado en nuestros días, aunando todo el saber de la
tradición, con la tecnología más contemporánea.
Ya en el exterior comenté con mi compañero
y amigo Paco Águila, el poco tiempo que habíamos tenido para ver este
monumento, pero el viaje que estábamos haciendo ese día y que nos llevaría a
Andalucía, aún estaba a bastante menos de la mitad del camino que teníamos que
recorrer ese día. No habíamos visto las fachadas de occidente y la plataforma de la Mezquita que se adentra
en el mar. Ojalá en otra ocasión podamos visitar despacio la Mezquita Hasan II,
y podamos ver y admirar lo que en esta ocasión no hemos podido ver.
Paco me comentó: “Estoy seguro que para hacer
esta Mezquita, de una forma u otra ha colaborado todo el mundo musulmán. Pues
de lo contrario, si es obra sólo del estado marroquí, cuesta trabajo comprender
de dónde se han sacado los cuantiosos recursos que se han necesitado para hacer
una obra de esta gran envergadura, y además en el breve tiempo de seis años.
Todo un récord, teniendo en cuenta la grandiosidad y minuciosidad con la cual
están hechas todas las partes del monumento religioso”.
“Creo, dijo Paco, que con la Mezquita Hasan
II de Casablanca, el Islám está lanzando un mensaje subliminal al mundo Cristiano
diciéndole: “Esta Mezquita en nada tiene que envidiar a la Basílica de San
Pedro, del Vaticano, en Roma”.
Yo, personalmente, creo que mi amigo Paco
está dando en la diana, estas Mezquita se sale de lo común. Sus techos y
bóvedas ya no son bajos, si no que se elevan al cielo como las catedrales. Y su
decoración artística es una suerte que se haya podido hacer en el siglo XX, en
una época donde los artesanos mueren y los artistas languidecen, por la nula o
poca protección que tienen por parte del poder o de las clases acomodadas, que
no invierten ya en arte como antaño lo hacían.
Tras ver esta maravilla, de nuevo ya todos
en el autobús, nuestro conductor Fran nos encaminó de nuevo por una carretera que nos llevaría a la autovía
en dirección al norte marroquí. Yunes nos informó que almorzaríamos después de
pasar Rabat, en un restaurante de la autovía al que ya se había encargado lo
que íbamos a comer.
Nuestro guía fue indicando a Fran el camino
de la zona portuaria e industrial de Casablanca para salir a la autovía. Según
recorríamos esta zona vimos gran cantidad de empresas multinacionales que se
han instalado en Marruecos para hacer negocio. Entre ellas había muchas
españolas. Pero no todo es oro lo que reluce. Según íbamos avanzando por la
carretera que nos llevaba a la autovía, vimos varios núcleos de chabolas, donde
vive la gente pobre de Casablanca y de inmigrantes de otros pueblos de
Marruecos que acuden a esta gran ciudad industrial en busca de trabajo. Me
recordaba a mí esto, el escenario que había en los alrededores de Madrid,
Barcelona o Sevilla, en la décadas de los años cincuenta, sesenta y setenta, cuando estas ciudades
tenían un cinturón de chabolas alrededor. Eran de emigrantes de los pueblos que
iban a las grandes ciudades en busca de trabajo, y al no poder pagarse un
alojamiento digno tenían que vivir en las chabolas.
Poco a poco dejamos Casablanca atrás y nos
internamos en la autovía que nos conducía al norte del país. Kilómetro a
kilómetro nos íbamos acercando a Rabat. Pero ya no entraríamos en la capital
del Reino de Marruecos. Cuando llegamos bordeamos su circunvalación y al poco
tiempo la dejamos atrás, no sin recordar los buenos momentos que pasamos allí
cuando la visitamos al principio de nuestro viaje. Nuestro autobús sin descanso
dejó Rabat atrás y otros pueblos y ciudades que estaban en el entorno de la
autovía. Fran, nuestro conductor, incansable devoraba km. Con su vehículo,
conduciendo en el largo larguísimo viaje que estábamos haciendo ese día.
Circulábamos ahora por el corazón del Marruecos verde. Los campos estaban
hermosos, nutridos por las abundantes lluvias que habían caído en Abril
El día iba avanzando, faltaba poco para las
tres de la tarde, cuando nuestro excelente guía Yunes nos anunció que dentro de
pocos km. pararíamos para almorzar en el restaurante de carretera que
anteriormente nos había dicho. Muchos estábamos esperando que nos dijera esto,
pues nuestros estómagos hacía ya tiempo que nos reclamaban echarle algo al estómago.
Por fin salió nuestro autobús de la autovía
y paró en el anunciado restaurante. Bajamos y tras hacer nuestras necesidades
nos dirigimos al comedor. Allí nos fueron entregando unas bolsas con la comida
que nos tenían preparada. No era la comida típica que habíamos comido en Xauen,
Fes, Rabat o Marrakés, pero al menos sirvió para tranquilizar nuestro estómago
y coger fuerzas para seguir viajando. Terminado este almuerzo rápido y tras
tomar un café, de nuevo subimos al autobús y nos acomodamos en nuestros
asientos.
El vehículo continuó la marcha. De vez en
cuando junto a algún puente que atravesaba la autovía veíamos a un agente de la
gendarmería marroquí de tráfico, con su traje blanco, cámara en mano semioculto
en un pilar del puente dispuesto a fotografiar la mínima infracción de tráfico
que advirtiera. Trabajo manual constante y duro el que realizan estos agentes.
Aquí en Andalucía nos ponen un radar y una cámara automática conectada a éste,
que sin descanso fotografía las mil y una infracciones de exceso de velocidad
que se cometan, y además sin esfuerzo humano alguno.
Era hermoso ir viendo el verde paisaje y a
los campesinos y pastores cuidar su tierra y su ganado. En nada se parecía lo
que veían nuestros ojos al paisaje estereotipado que nos habían contado o que
nosotros mismos teníamos formado de Marruecos. El autobús, monótono seguía su
camino, y nosotros, más de uno, poco a poco fue cayendo en los brazos de
Morfeo. Descansamos con un riquísimo y relajado sueño.
Cuando desperté un fértil y llano campo
cubierto en parte con invernaderos de plástico apareció ante mis ojos. Era el
término de Larache, el competidor Marroquí de los invernaderos de Almería.
Alguna persona mayor de la que viajaba con nosotros se acordaba de los tiempos en
que esta ciudad, perteneciente a principios del siglo XX al Protectorado
Español del norte de África, hacía la “mili” en este lugar.
Nuestro guía oficial Yunes abrió el
micrófono, y nos dijo que pronto haríamos una brevísima parada para hacer
nuestras necesidades y tomar un café, pero sin entretenernos porque sobre las
siete de la tarde deberíamos llegar al puerto de Tánger-Med con el fin de hacer
el control de pasaportes y no perder el barco que atravesando el estrecho nos
llevaría a la tierra andaluza de Algeciras, la antigua “Aljaziras al-Jadra” (La
Isla Verde).
Paramos según nos habían anunciado en un
restaurante estándar de carretera, y tras la visita obligada a los servicios y
el posterior café o té que nos tomamos, de nuevo continuamos la marcha.
Teníamos el objetivo de llegar a la hora que nos había indicado Yunes al puerto
de embarque. Pronto vimos unas enormes obras que se realizaban en un largo
tramo de campo. Nuestro guía nos informó que por esa zona estaban construyendo
la línea de Ave que iría desde Tánger a Rabat. Más adelante cuando estábamos
próximos a divisar la costa Marroquí vimos otra gran obra. En la zona que
divisábamos estaban construyendo un pantano. La verdad sea dicha, en los días
que estábamos viviendo en este viaje habíamos visto al país magrebí en una
completa ebullición. Habíamos observado
mucha pobreza, eso era cierto. Pero también era una realidad que
actualmente en Marruecos se estaba construyendo mucho.
No paraban de instalarse en este país
multitud de empresas extranjeras, entre ellas la multinacional Valeo, con
fábrica de faros en Martos (Jaén). Actualmente estaba construyendo una fábrica
de faros en Tánger, con el auxilio de la tecnología andaluza que se
desarrollaba en la ciudad Marteña. En el
campo también se estaba produciendo una revolución. Adoptando las técnicas de
producción agraria andaluza, acabarían siendo un serio competidor de los
productos agrarios andaluces y españoles.
Por fin tras una autovía y carretera interminable, que habíamos recorrido desde la
lejana Marrakés, estábamos divisando el mar. Nuestro autobús descendía ahora
por la carretera hacia el puerto de Tanger Med. Levantamos la vista mirando al
otro lado del estrecho y divisamos entre la bruma del mar el Peñón de
Gibraltar, el antiguo Promontorio de Calpe. Yunes contento abrió el micrófono
del autobús y con voz alegre nos dijo contento: Hemos cumplido el objetivo,
llegamos a tiempo de que Vds puedan coger el barco. Son las siete de la tarde.
Pasarán rápidamente el control de pasaporte y los que lo deseen pueden cambiar
en las dependencias del puerto sus dírhams por euros. A las ocho de la tarde
cogerán el transbordador. Para mí ha sido un placer el poder acompañarles.
Espero que el año próximo puedan volver a visitar Marruecos. Quedan pueblos y
ciudades de la costa y del desierto muy interesantes de ver. Gracias a todos
por su visita. Nos despediremos cuando estemos en el puerto.
En mi interior, como varios de mis
compañeros/as, pensé: que suerte me dije; de ocho a nueve pasamos el estrecho y
tras el control de pasaportes de Algeciras en cuatro horas escasas nos ponemos
en Jaén. Creo que antes de las doce de la noche llegaremos. Esas eran mis
cabilaciones. Después pasaría otra cosa.
Llegó la hora de la despedida y en el interior
del puerto de Tanger-Med, Yunes y su hercúleo ayudante se despidieron de cada
uno de nosotros. Les dimos las gracias por todas las atenciones que habían
tenido con nosotros durante el viaje. Después pasamos a una oficina bancaria
del puerto para hacer el cambio de moneda.
Seguidamente pasaporte en mano la gendarmería marroquí del puerto nos
sometió a un exhaustivo control de la documentación que llevábamos. También de
las maletas y bolsos de viaje. Lo hacían sin prisa y deteniéndose en cada uno
de nosotros. Se hace por momentos agobiante tanto control. Aunque comprendemos
que es una frontera y ellos tienen que controlar lo que sale.
Por fin sobre las ocho de la tarde pasamos
a las dependencias de embarque. Todos pensamos que el barco llegaría pronto, y
mirábamos sin cesar todos los barcos que se acercaban al puerto. Pero el que
debería venir desde Algeciras no llegaba. Pronto nos informaron que nuestro
transbordador tenía un problema y que no podría salir de Algeciras a la hora
programada. Nuestra ilusión por un pronto paso del estrecho, se vino abajo. A
partir de ahora tocaba resignarse y aguantar en la zona de embarque la llegada
retrasada del barco. Fue un largo retraso de dos horas, las que tuvimos que
aguantar tirados allí en el puerto de Tánger-Med.
Estábamos cansados, agotados muchos del
largo viaje que había comenzado a las siete
de la mañana cuando nos levantamos en Marrakés. Llegó la noche cuando
con el rugido de su sirena atracó el barco en el puerto. Bajaron los pasajeros
y a continuación subimos nosotros a la gran sala que tienen estos barcos bajo
cubierta con muchos asientos. Estacionamos nuestros bolsos y maletas junto a ellos y tras dejar a
unos compañeros al cuidado de los equipajes, otros subimos a la cubierta
superior. Hacía un poco de fresco, pero llevábamos ropas de abrigo. Nos
juntamos allí: Inma y María José, yo y mi esposa Josefina, Lola Torres, Jóse y
Rosario y algún compañero y compañera más. Miramos a lo lejos y se distinguían
las luces de Gibraltar y de Algeciras. También de otros pueblos del estrecho
como Tarifa. El cielo estaba estrellado.
Estuvimos allí mucho tiempo, hasta comprobar
que se movía el barco. Nos alejábamos de Tanger-Med. La brisa fresca del mar
enfriaba nuestros cuerpos. Poco a poco uno tras otro descendimos al camarote de
pasajeros. Allí en la gran sala hacía mejor temperatura. Comimos algo y
sentados charlamos para que se nos hiciera más corto el tiempo que duraba la
travesía. Por fin la sirena del barco nos anunció que se preparaba para atracar
en el puerto de Algeciras. ¡Por fin!, estábamos en tierra andaluza, nuestra
matria.
Desembarcamos y todos, equipaje en mano, nos
dirigimos al control de aduanas. Este fue un paseo triunfal, porque pasamos un
control de pasaporte rapidísimo, sin registro alguno. Los agentes de la Guardia
Civil, que sin duda son unos grandes psicólogos, por la mucha gente que tratan,
vieron en nosotros unos inocentes turistas que volvían de Marruecos cansados y
deseosos de llegar a casa, como en realidad así era, y colaboraron con nosotros
para no retrasar más el gran retraso que ya acumulábamos por la avería que
había tenido nuestro transbordador.
Fran sacó el autobús del barco y nos recogió
en la zona de aparcamientos del puerto. Montamos en el vehículo y éste
emprendió la marcha de regreso a la capital jiennense. Caímos pronto en un
profundo sueño. Me desperté cuando frenó el autobús para parar. Allí despedimos
a unas compañeras que habían venido desde Almería, y a las que en este lugar
recogían sus maridos. Se despidieron de nosotros. También lo hizo Fran. Su
tiempo de conducción había caducado. Lo sustituiría como conductor su padre. El
regresaba a Jaén en su coche, que ofreció a quien quisiera acompañarlo, con el
fin de llegar más rápido. Dos compañeras se fueron con él. Los demás seguimos
en el autobús. Arrancó de nuevo, y pronto notamos que el nuevo conductor que
teníamos conducía con brusquedad. Con fran en el largo viaje que hicimos con
él, no notamos ni un paro ni acelerón brusco. Toda su conducción era suave.
Tras dos horas de marcha paramos en un
restaurante de servicio 24 horas. Fuimos al servicio, y como ya era costumbre
después tomamos un café. Pronto reanudamos la marcha. Me adormilé de nuevo y no
abrí los ojos hasta que nos estábamos acercando a la capital Nazarí: Granada.
Toda ella y su extensa área metropolitana con los muchos pueblos que la
circundan y que se unen a ella eran un ascua de luz. Se divisaba en la
nocturnidad iluminada como la gran ciudad que es. La dejamos atrás. El resto
del camino hasta Jaén, muchos lo hicimos a duermevela. Al fin cuando nos
acercábamos a la zona del Puente Nuevo, levantando mis ojos vi, iluminada en la
altura, la hermosa, para mí, Alcazaba de Jaén. Estábamos llegando, sanos y
salvos, y con los nuevos conocimientos adquiridos en este hermoso viaje, a
nuestras casas.
Nuestro autobús fue descargando a
compañeros y compañeras en las distintas paradas. Nosotros nos bajamos en la
última, en la Plaza de San Francisco, la antigua “Plaza Vieja”, donde en la
postguerra civil española se hacinaban los jornaleros, esperando que los
señoritos o alguien acomodado los contratara por un bajo salario que, al menos,
los librara del hambre.
Eran más de las tres y media de la
madrugada cuando pisamos de nuevo la tierra de la capital jiennense, tras cerca
de 21 horas de continuo viajar desde que salimos de Marrakés.
Nuestro emblemático viaje había
terminado. Yo me sentía satisfecho, como otros compañeros/as. Desde Andalucía
habíamos ido un grupo de andaluces/zas a Agmat, en la lejana “Marrakús”, para
rendir homenaje a un rey andaluz: al-Mutamid. También a su familia que aún yace
en el exilio junto a él. Ya sólo deseo, que algún día el Gobierno Andaluz,
reclame la repatriación de sus restos, y los de su familia, al Reino de Marruecos.
Porque no fue por voluntad propia a Agmat, sino a la fuerza, hecho prisionero. Intuyo que en su último
hálito de vida deseó nuestro paisano poder reposar eternamente en su amada
Andalucía.
Fin del relato.TEXTO:Manuel Ochando.
FOTOGRAFIAS: Juan Martos, Manuel Ochando, JARE.
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