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miércoles, 11 de febrero de 2015

Aljoxaní



Muhammad ben Harit al-Jusaní, o Aljoxaní nació en Qayruán (Túnez), aunque no conocemos la fecha, y murió en Córdoba en el 971.
            En Qayruán estudió derecho, y siendo todavía joven se trasladó a Córdoba donde completó su formación académica. Fue historiador, orador elocuente y poeta. Compuso por encargo del Califa Al-Háqem II muchos libros. Se dice que escribió por encargo suyo 100 diwanes y, entre otros, un libro sobre los hombres ilustres de al-Ándalus. También se le atribuye una “historia de los africanos” y conocemos también otras obras suyas como “Clases de jurisconsultos de la secta de Malik” y el libro Al-Iktibas.

            Pero la obra por la que es más conocido es Historia de los jueces (o cadíes) de Córdoba (Kitáb al-qudá bi-Qurtuba), donde se recopilan, hasta el año 969, escritos o apuntes biográficos sobre los cadíes de Córdoba. Conocemos esta obra gracias a un manuscrito que se ha encontrado en la biblioteca de Oxford. Es una copia realizada en el 1295 por El laguatí, según dejó escrito el propio copista en la última página.
            La realización de esta obra fue una sugerencia del propio Califa Alháquem II, y así lo expone el propio Aljoxaní en la introducción de la obra: “Cuando el príncipe ordenó que se compusiera el libro de Los jueces dedicado exclusivamente a aquellos que ejercieron el cargo aquí, en tierras occidentales, en la gran corte de Córdoba...”
            El autor contaba para la realización de este trabajo de diversas fuentes: unas escritas como eran los documentos de los archivos cordobeses, tanto los del palacio real, a los que tenía privilegiado acceso por recomendación del Califa, como el archivo de la propia curia de los jueces cordobeses, donde se guardaban por escrito informes de diferentes casos; pero sobre todo acudió a los informaciones orales que guardaban en su memoria el pueblo cordobés. Algunas de ellas parecen haber sido transmitidas en lengua romance y Aljoxaní las traduce al árabe. Incluye algunas en el que el poder no sale muy bien parado en el caso, lo que demuestra el espíritu tolerante de Alháquem II, aunque las anécdotas se refieren a periodos anteriores a su mandato.
            Los jueces eran nombrados por el soberano que normalmente elegía entre los candidatos que le presentaban sus ministros y personas de prestigio de la sociedad cordobesa. El soberano también debía de tener en cuenta la aceptación del pueblo, por lo que procuraba elegirlos entre personas de una conducta intachable, de  moral íntegra y de vida sencilla, Estas cualidades estaban incluso por encima de otras como su nivel de instrucción académica o sus conocimientos teológicos y jurídicos.
            En esta obra hay datos y anécdotas de la vida social cordobesa que nos llaman poderosamente la atención por desmentir, en cierta manera, algunas cuestiones de la historiografía oficial que a menudo se basa en crónicas oficiales y estereotipos que distorsionan la realidad.
            Una de estas curiosidades del libro “Historia de los jueces de Córdoba” es ver como Aljoxaní tiene que inventarse, con relatos bastante inverosímiles de creer, la existencia de los primeros jueces de la época de los gobernadores, época de la que no existen documentos contemporáneos de ningún tipo y la que se ha reconstruido por crónicas posteriores que “adaptan” la historia a la realidad posterior.
            La impresión que nos da la historia oficial de al-Ándalus es la de una sociedad casi monolingüe, donde el árabe era la lengua casi exclusiva de la sociedad.  Sin embargo, una de las realidades que nos describe Aljoxaní, durante el Emirato y principios del Califato, es que la mayoría de la población hablaba habitualmente el romance andalusí; pero no sólo los cristianos, sino los judíos y musulmanes; y no solo las clases bajas, sino incluso en las más altas esferas del poder.
De las anécdotas que relata Aljoxaní podemos constatar, aunque nos parezca sorprendente después de tres siglos de dominación “árabe” que a muchos andalusíes les resultaba difícil expresarse en árabe, que había un sabio musulmán que se vanagloriaba de hablar en romance, y que no era extraño en esa época que un cadí impartiera justicia en romance y que, incluso, alguno no dominara el árabe.
            Se suele tener en el imaginario popular colectivo que los musulmanes utilizaban turbante en la época de al-Ándalus, pues bien, en la época califal, esta era una prenda rechazada por el pueblo y que ni siquiera los cadíes usaban. Así lo explica Aljoxaní en boca de un juez de Córdoba al que le preguntan por el uso del turbante: “Si yo me pusiera turbante, la gente me dejaría solo en este uso y no me imitaría...”

            Otra de las curiosidades que podemos ver es la tolerancia que había con la ingesta de alcohol y la borrachera con la que los jueces solían hacer la vista gorda, a pesar de estar prohibida por la ley islámica.

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