TETUÁN
Nos acercábamos ya a Tetuán y como
les había prometido a mis compañeros de viaje me dispuse informarles con
algunos apuntes históricos que había sacado de la obra de Benumeya.
Calle de Tetuán |
Nos habla este autor de su origen
directamente andaluz. La ciudad fue
construida en 1312 sobre un antiguo poblado Bereber por el sultán de Fez que la pobló con emigrantes sevillanos. Entre
1489 y 1492, en los años finales de
la caída de Granada, Tetuán se construyó de nuevo totalmente. En esta ocasión
la repoblación se hizo con inmigrantes andaluces del Reino de Granada, bajo la dirección del jefe militar
Abulhasan Alí Al Mandari. El sultán de Fez concedió a éste todo el territorio
de Tetuán y los campos vecinos en Yebalas del Este.
De nuevo entre 1500 y 1501 llegaron núcleos
de granadinos y malagueños fugitivos, siendo la más importante de las
inmigraciones de andaluces a esta ciudad la de 1610. Los llamados moriscos fundaron dos barrios nuevos llamados de la
Sueca y de Rabat el Sefli. También fueron llegando judíos andalusíes, los
cuales se instalaron en el barrio del Mel-láh. En épocas posteriores fueron
llegando forasteros de distinta procedencia, pero entre los vecinos permanentes
que tuvo Tetuán siempre predominaron los descendientes de los andaluces. Son
corrientes allí los apellidos: Luqax, Medina, Bennuna, Andalusí, Delero.
También de la segunda inmigración quedan apellidos como: Torres, Castillo,
Baeza, Polo, Bermejo, Requena, Conde, Marchena etc.
Estos andaluces transmitieron sus
usos y modas, industrias domésticas, músicas y festejos, dulces y platos
tradicionales etc. Ilustre fue el tetuaní de origen andalusí Muhâmmad ibn al
Haik al-Andalusí, Fallecido en su ciudad natal hacia 1742. Maestro de música,
fijó por escrito numerosas nubas andalusíes que sólo se transmitían de oído y
que por tanto iban a perderse. Haik al-Andalusí nos dejó escritas once series
de dieciocho nubas cada una. Esta música es para los oídos lo que para los ojos
son los arabescos geométricos en la arquitectura andalusí.
De aquellos tetuaníes se decía
que eran andaluces deseosos de acrecer sus riquezas por el negocio y disfrutar
en paz de los placeres de las Letras y
de las Artes.
Al poco rato de exponerles a mis
compañeros los apuntes históricos sobre Tetuán, llegamos a esta ciudad, la más
andaluza de las de Marruecos. Yunes nos presentó al guía que nos iba a explicar
tanto la ciudad de la época del protectorado español como la Medina.
Entrada a la medina |
Empezamos a recorrer las calles y
me impresionó ver la blancura de sus casas y lo bien que han conservado los
edificios de finales del siglo XIX y principios del XX. Pudimos observar el
Instituto Cervantes, con su bella fachada con arcos de herradura, o el suntuoso
palacio real que tiene el rey de Marruecos en esta ciudad, con su monumental
puerta dorada, sobre la que ondea la bandera roja de Marruecos. Bandera que
lleva una estrella verde de cinco puntas
en lacería. Cada punta indica una de las cinco obligaciones que todo buen
musulmán debe hacer diariamente.
Tetuán es una ciudad viva que
tiene una gran actividad de vida en sus calles. Recorrimos con nuestro guía la
ciudad nueva, y nos sorprendió una
manifestación que recorría varias de las calles de la ciudad moderna, con
motivo de la fiesta del trabajador.
Estábamos a día 5 de Mayo, por lo que la celebración no coincidía con la
fecha en que se celebra en Andalucía, o en Europa.
Después atravesando una de las
puertas de la muralla que la protege, nos internamos en la medina tetuaní. Una
vez dentro de sus pintorescas y estrechas calles parece como si entráramos en
el Medievo. Los colores y los olores de las especies y dulces que venden en los
puestos de venta lo inundan todo.
La medina es un mundo especial.
Allí hay cosas que uno no se espera. Preciosas joyas de artesanía, telas
multicolores, artículos de todas clases abundan en sus estrechas y numerosas
calles. Al salir a una especie de plazoleta nos abordaron unas mujeres
bereberes a las que acompañaba un “aguaor”. Y sin pensárselo dos veces se
pusieron a vestir con la indumentaria que se ponen las mujeres bereberes a
María José Madríd, a Rosario Sabariego y a otras dos compañeras de viaje. Tras vestirlas con este traje
típico, por cierto precioso, les hicimos unas fotos junto al aguaor, que iba
cargado de recipientes metálicos en los que echa el agua que le solicita algún
sediento. Y como no podía ser de otro modo, a continuación tanto la mujer que
las vistió como el ”aguaor”, solicitaron
la correspondiente propina, a la que nuestras compañeras accedieron gustosas.
Creo que no hace falta comentar
que en la medina nos fotografiamos junto a pilares primorosos que se situaban
en un entrante de alguna callecita o ante las portadas monumentales de sus casas
palacios. El guía nos informaba pero nos apremiaba a no entretenernos demasiado
ya que la Medina de Tetuán es grande y en la programación del viaje estaba puesto
que el almuerzo debíamos hacerlo en el pueblo de Xauén, y aún no habíamos terminado
la visita de Tetuán.
Como el
tiempo apremiaba, salimos de la Medina y nos dirigimos al autobús. Fran lo había
estacionado lo más cerca posible de la puerta de la medina por la que estábamos
saliendo.
Ya en el
autobús iniciamos la marcha atravesando la ciudad moderna. He de decir el buen gusto
que tienen los marroquíes al hacer gran parte de sus edificios públicos y palacios.
Su arquitectura es sencillamente preciosa. Aquí alarifes y arquitectos no se han
olvidado del compas a la hora de diseñar, como diría nuestro compañero Rafael Sanmartín.
Tetuán,
ciudad en la que han nacido muchos españoles, y también en la que los más mayores
recuerdan que hicieron el servicio militar, se fue quedando atrás despidiéndonos
con la blancura de sus casas. Fran conduciendo hábilmente el autobús, hacía que
no notáramos apenas la estrechez de la carretera y sus numerosas curvas. Nos habíamos
internado en una carretera de montaña. El bosque de encinar cubría los montes. Los
prados estaban completamente verdes.
A esta zona norte de Marruecos muchos la llaman
“La Suiza Marroquí”. Para nosotros nos parecía que estábamos viajando por La Alpujarra
granadina, por la abundancia de agua y el bosque espeso que se encontraba por todas
partes.
Fin de la 2ª parte. Continuará.
Texto Manuel Ochando. Fotografias: Rosario Sabariego, Manuel Ochando
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