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lunes, 29 de julio de 2013

TETUÁN
   Nos acercábamos ya a Tetuán y como les había prometido a mis compañeros de viaje me dispuse informarles con algunos apuntes históricos que había sacado de la obra de Benumeya.
Calle de Tetuán
   Nos habla este autor de su origen directamente andaluz. La ciudad fue construida en 1312 sobre un antiguo poblado Bereber por el sultán de Fez  que la pobló con emigrantes sevillanos. Entre 1489 y 1492, en los años finales de la caída de Granada, Tetuán se construyó de nuevo totalmente. En esta ocasión la repoblación se hizo con inmigrantes andaluces del Reino de Granada, bajo la dirección del jefe militar Abulhasan Alí Al Mandari. El sultán de Fez concedió a éste todo el territorio de Tetuán y los campos vecinos en Yebalas del Este.

 
    De nuevo entre 1500 y 1501 llegaron núcleos de granadinos y malagueños fugitivos, siendo la más importante de las inmigraciones de andaluces a esta ciudad la de 1610. Los llamados moriscos fundaron dos barrios nuevos llamados de la Sueca y de Rabat el Sefli. También fueron llegando judíos andalusíes, los cuales se instalaron en el barrio del Mel-láh. En épocas posteriores fueron llegando forasteros de distinta procedencia, pero entre los vecinos permanentes que tuvo Tetuán siempre predominaron los descendientes de los andaluces. Son corrientes allí los apellidos: Luqax, Medina, Bennuna, Andalusí, Delero. También de la segunda inmigración quedan apellidos como: Torres, Castillo, Baeza, Polo, Bermejo, Requena, Conde, Marchena etc.
   Estos andaluces transmitieron sus usos y modas, industrias domésticas, músicas y festejos, dulces y platos tradicionales etc. Ilustre fue el tetuaní de origen andalusí Muhâmmad ibn al Haik al-Andalusí, Fallecido en su ciudad natal hacia 1742. Maestro de música, fijó por escrito numerosas nubas andalusíes que sólo se transmitían de oído y que por tanto iban a perderse. Haik al-Andalusí nos dejó escritas once series de dieciocho nubas cada una. Esta música es para los oídos lo que para los ojos son los arabescos geométricos en la arquitectura andalusí.
    De aquellos tetuaníes se decía que eran andaluces deseosos de acrecer sus riquezas por el negocio y disfrutar en paz  de los placeres de las Letras y de las Artes.
    Al poco rato de exponerles a mis compañeros los apuntes históricos sobre Tetuán, llegamos a esta ciudad, la más andaluza de las de Marruecos. Yunes nos presentó al guía que nos iba a explicar tanto la ciudad de la época del protectorado español como la Medina.
Entrada a la medina
    Empezamos a recorrer las calles y me impresionó ver la blancura de sus casas y lo bien que han conservado los edificios de finales del siglo XIX y principios del XX. Pudimos observar el Instituto Cervantes, con su bella fachada con arcos de herradura, o el suntuoso palacio real que tiene el rey de Marruecos en esta ciudad, con su monumental puerta dorada, sobre la que ondea la bandera roja de Marruecos. Bandera que lleva una  estrella verde de cinco puntas en lacería. Cada punta indica una de las cinco obligaciones que todo buen musulmán debe hacer diariamente.
   Tetuán es una ciudad viva que tiene una gran actividad de vida en sus calles. Recorrimos con nuestro guía la ciudad nueva, y  nos sorprendió una manifestación que recorría varias de las calles de la ciudad moderna, con motivo de la fiesta del trabajador.  Estábamos a día 5 de Mayo, por lo que la celebración no coincidía con la fecha en que se celebra en Andalucía, o en Europa.
    Después atravesando una de las puertas de la muralla que la protege, nos internamos en la medina tetuaní. Una vez dentro de sus pintorescas y estrechas calles parece como si entráramos en el Medievo. Los colores y los olores de las especies y dulces que venden en los puestos de venta lo inundan todo.
   La medina es un mundo especial. Allí hay cosas que uno no se espera. Preciosas joyas de artesanía, telas multicolores, artículos de todas clases abundan en sus estrechas y numerosas calles. Al salir a una especie de plazoleta nos abordaron unas mujeres bereberes a las que acompañaba un “aguaor”. Y sin pensárselo dos veces se pusieron a vestir con la indumentaria que se ponen las mujeres bereberes a María José Madríd, a Rosario Sabariego y a otras dos compañeras  de viaje. Tras vestirlas con este traje típico, por cierto precioso, les hicimos unas fotos junto al aguaor, que iba cargado de recipientes metálicos en los que echa el agua que le solicita algún sediento. Y como no podía ser de otro modo, a continuación tanto la mujer que las vistió  como el ”aguaor”, solicitaron la correspondiente propina, a la que nuestras compañeras accedieron gustosas.
    Creo que no hace falta comentar que en la medina nos fotografiamos junto a pilares primorosos que se situaban en un entrante de alguna callecita o ante las portadas monumentales de sus casas palacios. El guía nos informaba pero nos apremiaba a no entretenernos demasiado ya que la Medina de Tetuán es grande y en la programación del viaje estaba puesto que el almuerzo debíamos hacerlo en el pueblo de Xauén, y aún no habíamos terminado la visita de Tetuán.
     Como el tiempo apremiaba, salimos de la Medina y nos dirigimos al autobús. Fran lo había estacionado lo más cerca posible de la puerta de la medina por la que estábamos saliendo.
   Ya en el autobús iniciamos la marcha atravesando la ciudad moderna. He de decir el buen gusto que tienen los marroquíes al hacer gran parte de sus edificios públicos y palacios. Su arquitectura es sencillamente preciosa. Aquí alarifes y arquitectos no se han olvidado del compas a la hora de diseñar, como diría nuestro compañero Rafael Sanmartín.
   Tetuán, ciudad en la que han nacido muchos españoles, y también en la que los más mayores recuerdan que hicieron el servicio militar, se fue quedando atrás despidiéndonos con la blancura de sus casas. Fran conduciendo hábilmente el autobús, hacía que no notáramos apenas la estrechez de la carretera y sus numerosas curvas. Nos habíamos internado en una carretera de montaña. El bosque de encinar cubría los montes. Los prados estaban completamente verdes.
    A esta zona norte de Marruecos muchos la llaman “La Suiza Marroquí”. Para nosotros nos parecía que estábamos viajando por La Alpujarra granadina, por la abundancia de agua y el bosque espeso que se encontraba por todas partes.
 Fin de la 2ª parte. Continuará.
Texto Manuel Ochando. Fotografias: Rosario Sabariego, Manuel Ochando

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