Pronto nuestro autobús estaba atravesando las modernas
avenidas de Fez, y se dirigía al centro de la ciudad moderna. La noche había
entrado bien cuando llegamos al lugar donde íbamos a pernoctar. Fran paró
próximo a la entrada, y tras bajarnos todos cogimos nuestro equipaje. Nos
dirigimos entonces a la entrada del Hotel Sofía camino de la recepción del
mismo. Tras instalarnos comprobamos que estaba bien acondicionado, era limpio y
tenía una bonita decoración acorde con la cultura musulmana. Por fin, tras
cenar, íbamos a descansar tras el largo viaje, cuya salida hicimos en Jaén, ese
día, a las dos de la madrugada.
Al día siguiente, tras el desayuno, nos
montamos de nuevo en el autobús.
Fran nos acercó a un punto de la ciudad
moderna donde está el Palacio Real que el rey de Marruecos posee en Fez. Tiene
como antesala un amplísimo y largo paseo arbolado que embellece la ciudad
moderna. Yunes nos advirtió que podíamos hacer fotografías de todo, excepto del
palacio Real, que estaba prohibido. Después nos presentó a un fasí (habitante
de Fez) que nos iba a enseñar la ciudad. Sobre todo la impresionante Medina de
Fez. Comenzó, antes de desplazarnos a ningún sitio, por explicarnos la
filosofía, el espíritu que late en la ciudad, así como detalles precisos del
comportamiento del ser humano, que transciende las fronteras. Yo quedé
maravillado, y creo que mis compañeros también, por el gran caudal de
conocimientos que en poco rato nos transmitió a todos. La verdad es un lujo que
una persona con esa gran erudición te
enseñe su ciudad.
Palacio Real en Fez |
Comenzamos viendo los palacios y
edificios suntuosos que hay junto al paseo como Dar al-Makhzen. En las proximidades
del Palacio Real yo comencé a fotografiar y admirar estos artísticos edificios
monumentales. En un momento dado dirigí mi cámara fotográfica a la bella
portada del Palacio Alauí, que estaba escoltada por varios guardias reales. En
ese momento me indicó uno de ellos con la mano que me acercara. Entonces yo
bajando la cámara le indiqué con un ademán que no había hecho ninguna foto,
como así era. Me creyó y me hizo seguidamente un gesto de que podía irme. Me
sentí aliviado, pues lo que menos quería era tener problemas en un país como Marruecos donde aún no se ha
alcanzado la plena Democracia.
Fez junto con Tetuán y Rabat forman el
triple sistema de poblaciones históricas llamadas “jaldrías”, urbanas y
ciudadanas en el sentido más refinado del vocablo. Su herencia andaluza es
común. Tienen las mismas tendencias en los usos familiares y sus lenguas
locales prolongan la particularidad del árabe-andalusí.
Los hermanos Jerome y Jean Tharaud
escribieron: Fez, donde se conserva embalsamada en cedro toda la civilización Andalusí. En Fez la
portada de la mezquita de los Andaluces es como otro trozo de la Alhambra.
La Medina, que allí se conoce con
el nombre de Fas al Bali, es el Fez
inicial en el sitio y en la historia. En
la parte antigua de Fez, lo mismo que en la Granada del siglo XV, las
viviendas se construían en función de sus patios-jardines. Y las calles son
como pasillos que separan las viviendas y los cármenes.
Las madrasas, nos dice Benumeya, conservan sus finísimas decoraciones
murales, con el mismo estilo granadino, pero con notables variaciones. El más
famoso de estos edificios religiosos monumentales es la Bu Ananía.Cuando
nuestro guía nos llevó a él, recuerdo su majestuosidad, su gran patio, sus
pórticos y lugares para la oración y el estudio. Sus grandes aleros en los
tejados para proteger el encaje geométrico y de atauriques de sus fachadas y
muros. Estar allí, para muchos de nosotros, era como estar recorriendo y
sintiendo los palacios Nazaríes de la Alhambra.
Al este de la ciudad y separado por el gran
brazo principal del encajonado río Fez, se desarrolló el barrio de la
artesanía. El primer sector, sobre todo el jerárquico y oficial, lo poblaron
árabes sedentarios que llegaron desde la tunecina Quairuán. El segundo sector
que fue la población industrial, lo llenaron ocho mil familias de andalusíes de
Córdoba. En esta misma vieja orilla andaluza conservó Fez hasta hace poco
tiempo todas sus tenerías, sus alfarerías, telares, molinos y demás técnicas
llegadas desde el Guadalquivir. Entre tanto en el barrio de la izquierda la
mezquita Qaruín se fue andaluzando poco a poco; sobre todo cuando en el siglo X
estuvo la región de Fez gobernada por jefes de tribus zenetas, que reconocían
como Jalifa del Occidente islámico al andalusí Abd al-Rahmán III. Entonces las
mezquitas de las dos “aduas” u orillas fasíes fueron dotadas con pequeños alminares
jalifales casi iguales.
Cuando Andalucía sufrió la invasión
almorávide, Yusuf ibn Tasufín expulsó de al-Ándalus a esta ciudad a gran número
de cristianos andalusíes, los llamados mozárabes, de Levante y de La Mancha.
Con los sultanes Mariníes Fez fue paralela y hermana de Granada. Los soberanos
meriníes daban agradables mansiones a los artistas granadinos, les obsequiaban
con ropas de lujo, los distraían en su trabajo con músicos y cantores, y llegaban
a darle como salario el peso en oro equivalente al de las partículas de yeso,
madera y azulejo que caían de sus gubias y cinceles.
Todos los edificios antiguos de Marruecos,
absolutamente todos, estaban construidos con un estilo andaluz, y la mayor
parte de las veces hechos por obreros de origen andaluz. Aún después de tantos
años, nos comenta Rodolfo Gil Benumeya, se encuentran los mejores carpinteros,
albañiles o ceramistas en Fez, Rabat y Tetuán, tres ciudades llenas de
andaluces.
El grupo de personas que
participábamos en el viaje que había organizado Almenara, tras visitar los
principales monumentos del Fez nuevo, nos montamos de nuevo en el autobús. Fran
nos iba a acercar a una de las puertas de la amurallada Medina de Fez, en la
que tras sus muros en abigarrado laberinto discurren sus 9.400 calles. Nos
internamos en ella y nuestro guía nos aconsejó que no perdiéramos ninguno de
vista al grupo. Viniendo de la ciudad nueva, entrar en la Medina es viajar en
el tiempo a un mundo pasado. En ella la vida bulle, las estrechas calles están
abarrotadas de gente, los comercios y los productos que se exponen son
dificilísimos de contar. Todos los géneros, desde el oro y la plata, pasando
por las telas, la alimentación, la cerámica y un sinfín de mercaderías son
imposibles de contar.
Nuestro guía fasí, nos dijo que
observáramos el entablonado formando reja que hay en el techo de las estrechas
calles. Nos informó que en pleno veranos cuando en la ciudad nueva las altas
temperaturas se hacen insufribles, en la Medina se puede disfrutar en el
interior de sus calles de una temperatura que oscila en torno a los veinte
grados.
Una cosa que a mí me llamó mucho
la atención fue el ver a numerosos artesanos trabajando en el interior de sus
talleres o en pequeñas placitas que forman la intersección de algunas calles.
Me admiró sobre todo ver a un gran maestro cincelando una gran pieza de metal.
Lo hacía con su punzón y martillo siguiendo un dibujo que tenía grabado en su
memoria. Su realización era perfecta.
Antes de entrar en la Medina vi próximo a ella,
un aparcamiento de pequeños carros de mano. No imaginaba entonces que los
fasíes los utilizaban para entrar y sacar las mercancías, en sus estrechas
calles. También lo hacían con burros, como pudimos pronto ver, que iba cargado
de gas, andando por sus calles estrechas.
Mil y un detalle nos explicó
nuestro excelente guía, de los palacios mezquitas y madrasas que visitamos. La
mañana avanzaba y no pudimos resistirnos a comer alguno de los variados y
exquisitos dátiles que se exponían en numerosos comercios. Tras visitar los
principales monumentos de la Medina de Fez, nos dirigimos a una casa en la cual
entrando nuestro guía, nos dijo que le siguiéramos. Fue ascendiendo en el
interior de la casa por sucesivas escaleras, y nosotros detrás de él, hasta
desembocar en dos amplias azoteas, desde las cuales se podía ver un amplísimo
espacio que se dedicaba al uso artesanal. Eran las prestigiosas tenerías de
Fez, que muchos de nosotros años atrás, en documentales sobre el curtido del
cuero, Habíamos visto. Ante nosotros se
estaba desarrollando el proceso de cómo se curten las pieles. Ver este proceso
“in situ” tiene un gozo inexplicable. Después de contemplar las distintas fases
del proceso de curtido de pieles bajamos a la zona comercial que tienen estas tenerías
fasíes. Allí vimos auténticas maravillas de prendas hechas con la piel que allí
mismo se curtía. Yo quedé asombrado por la alta calidad que tienen.
Josefina y nuestras compañeras
Inma y María José no pudieron resistirse y comenzaron a probarse unas lindas
chaquetas realizadas con fina piel, tintada con unos colores preciosos. Cada
una de ellas pidió mi opinión sobre el aspecto que tenían con la prenda
elegida. En honor a la verdad diré que cada una de ellas eligió una prenda que
les sentaba estupendamente bien. Visitamos prestigiosos comercios, en uno de
los cuales se exhibían vestidos islámicos muy lindos. De nuevo María José, Inma
y Josefina, con el fin de tener unos vestidos elegantes para una futura fiesta
andalusí, que pensamos hacer, se compró cada una de ellas uno, a cada cual más
elegante. Después en otras tiendas del
zoco vimos preciosas lámparas de todo tipo.
Entramos también en el interior
de un palacio ricamente decorado con lacerías, atauriques y azulejos. Allí
mientras nos invitaban a un rico té nos mostraron muchas alfombras, algunas de
ellas preciosas. Nuestro amigo y compañero Juan Martos compró en ese momento
una gran alfombra, muy bonita, con el encargo de que se la enviaran a Jaén.
Cada cual admiró y compró lo que
le gustó y más de uno no pudimos resistirnos a probar algunos sabrosos dátiles
y exquisitos dulces que en las numerosas calles de la Medina se muestran. En
fin, pasamos una mañana intensa admirando los monumentos de la ciudad nueva y
de Fas al Bali, teniendo unas vivencias en la Medina Fasí, imposibles de
reproducir en Occidente. Rematamos la jornada de la mañana almorzando en un bellísimo
palacio musulmán, habilitado para restaurante, donde cada rincón al que mirábamos
era un deleite para los ojos y para el espíritu.
Almorzamos una excelente comida local y tuvimos un descanso breve allí, porque
después iríamos a visitar una
prestigiosa alfarería-cerámica, tras la cual nos darían el resto de la tarde
noche libre. Nuestra intención era, tras la visita a ésta, volver de nuevo a la
ciudad antigua de Fez. Nos habían quedado muchas cosas que ver, y sobre todo el
disfrutar, sin la disciplina de un guía, vivir intensamente en su bullicio multicolor
la sensación de trasladarnos a la Edad Media, en sus calles.
Fin
de la cuarta parte.
Continuará. TEXTO: Manuel Ochando.
FOTOGRAFIAS: Juan Martos, Rosario Sabariego, Mª José Madrid, JARE.
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