Conocemos a este rey mitológico de Tartesos por una de las más famosas
hazañas del héroe griego Heracles, también conocido como Hércules en la época
romana. El décimo trabajo de Hércules consistía en trasladarse a la región del
estrecho de Gibraltar, que era considerada por los griegos como el fin del
mundo, más allá del cual se extendía el gran océano y el reino de los muertos.
Allí reinaba el gigante Gerión, dotado de tres cabezas y de una fuerza enorme
al que debería robar su ganado.
Gerión aparece en las leyendas míticas como un monarca muy rico,
propietario de una numerosa ganadería bovina que estaba custodiada por el
pastor Euritión y su fiero perro Orto; que era hijo de Crisaor (el de la espada
de oro) y de Calirroe, hija de Océano, que pasta sus rebaños de bueyes rojos en
los ricos pastos de la isla Eriteia, que algunos identifican con la isla donde
estaba la antigua Gades, junto a los manantiales inagotables de raíces
argénteas, del río Tartesos.
El historiador y arqueólogo alemán
Adolf Schulten, gran conocedor de la mitología griega, identifica a Gerión con
el dios del río tartesos y a sus tres cabezas con los tres brazos que formaban
el río en su desembocadura.
Dice el escritor romano Justino, en la misma narración del mito de
Gárgoris y Habis, que en realidad Gerión
“no era tríplice por naturaleza como dice la fábula, sino que existieron tres
hermanos de tanta concordia entre sí que parecía que todos estaban regidos por
una sola alma, y que no hicieron la guerra por propia iniciativa a Hércules
sino que, al ver que les había robado el ganado, recobraron lo robado mediante
una guerra.”
En el mito, Hércules termina matando
a Gerión y robándole el ganado que traslada a Micenas. Si hubiera que llevar el
mito griego a una época real, esta podría ser durante el siglo XIII a. d. C. en
plena civilización micénica. Hemos de recordar que los micénicos son los que
acaban con la civilización minoica-cretense en la que el toro era sagrado. El
mito podría ser el reflejo de esa imposición de los primitivos griegos sobre la
cultura minoica pero trasladada al escenario tartésico donde también existía el
culto al toro.
Pero también podríamos pensar que
existiría el mito tartésico de un rey con esas características y que los
griegos aprovechan ese mito para ubicar en el lejano occidente uno de los
trabajos de su héroe.
Podríamos interpretar que Gerión,
que representa una etapa del imperio tartésico, estaría entroncado por un lado
con la cultura metalúrgica del sudeste peninsular, conocida como El Algar, y que
en el mito estaría representada por su padre Crisaor que significa “la espada
de oro”, en una posible alusión a la riqueza metalúrgica en general y, en
particular, al tipo de espada argárica con incrustaciones de oro en la
empuñadura. Por otro lado el mito entronca a Gerión, a través de su madre,
nieta de Océano, con las culturas megalíticas del atlántico andaluz y del sur
portugués.
Esta nueva etapa del imperio tartésico que representaría la dinastía de Gerión tendría como epicentro el bajo Guadalquivir, rico en ganadería, reforzada su riqueza con los posibles nuevos descubrimientos de metales en la zona de Huelva.
Es en esta nueva zona, la del bajo Guadalquivir, donde se va conformando
a finales del segundo milenio a. d. C. una
rica sociedad capaz de atraer hasta sus costas a los grandes navegantes del
momento (los fenicios) desde las costas occidentales de Asia. Es así como
podríamos interpretar una de las referencias que se hacen al mito de Gerión, la
recogida por el escritor romano Justino, que después de relatar el mito de
Gárgoris y Habis, continúa diciendo: “En
otra parte de Hispania formada por islas hubo un reino en poder de Gerión. En ella
hay tanta abundancia de pasto que los ganados reventarían si la gordura no
fuera interrumpida por la abstinencia. Esta es la causa de que los rebaños de
Gerión, en aquellos tiempos la única riqueza, tuvieran tal fama que tentaron a
Hércules desde Asia por la magnitud del botín”.
Posiblemente, este Hércules que vino de Asia tentado por el gran botín
tartésico, no era el Heracles griego, sino su inspirador, el Melkart fenicio, adorado
en Cádiz hasta la época romana como Hércules.
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