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domingo, 9 de febrero de 2014

GERIÓN



Conocemos a este rey mitológico de Tartesos por una de las más famosas hazañas del héroe griego Heracles, también conocido como Hércules en la época romana. El décimo trabajo de Hércules consistía en trasladarse a la región del estrecho de Gibraltar, que era considerada por los griegos como el fin del mundo, más allá del cual se extendía el gran océano y el reino de los muertos. Allí reinaba el gigante Gerión, dotado de tres cabezas y de una fuerza enorme al que debería robar su ganado. 
Gerión aparece en las leyendas míticas como un monarca muy rico, propietario de una numerosa ganadería bovina que estaba custodiada por el pastor Euritión y su fiero perro Orto; que era hijo de Crisaor (el de la espada de oro) y de Calirroe, hija de Océano, que pasta sus rebaños de bueyes rojos en los ricos pastos de la isla Eriteia, que algunos identifican con la isla donde estaba la antigua Gades, junto a los manantiales inagotables de raíces argénteas, del río Tartesos.

            El historiador y arqueólogo alemán Adolf Schulten, gran conocedor de la mitología griega, identifica a Gerión con el dios del río tartesos y a sus tres cabezas con los tres brazos que formaban el río en su desembocadura.


Dice el escritor romano Justino, en la misma narración del mito de Gárgoris y Habis, que en realidad Gerión “no era tríplice por naturaleza como dice la fábula, sino que existieron tres hermanos de tanta concordia entre sí que parecía que todos estaban regidos por una sola alma, y que no hicieron la guerra por propia iniciativa a Hércules sino que, al ver que les había robado el ganado, recobraron lo robado mediante una guerra.”


            En el mito, Hércules termina matando a Gerión y robándole el ganado que traslada a Micenas. Si hubiera que llevar el mito griego a una época real, esta podría ser durante el siglo XIII a. d. C. en plena civilización micénica. Hemos de recordar que los micénicos son los que acaban con la civilización minoica-cretense en la que el toro era sagrado. El mito podría ser el reflejo de esa imposición de los primitivos griegos sobre la cultura minoica pero trasladada al escenario tartésico donde también existía el culto al toro.


            Pero también podríamos pensar que existiría el mito tartésico de un rey con esas características y que los griegos aprovechan ese mito para ubicar en el lejano occidente uno de los trabajos de su héroe. 


            Podríamos interpretar que Gerión, que representa una etapa del imperio tartésico, estaría entroncado por un lado con la cultura metalúrgica del sudeste peninsular, conocida como El Algar, y que en el mito estaría representada por su padre Crisaor que significa “la espada de oro”, en una posible alusión a la riqueza metalúrgica en general y, en particular, al tipo de espada argárica con incrustaciones de oro en la empuñadura. Por otro lado el mito entronca a Gerión, a través de su madre, nieta de Océano, con las culturas megalíticas del atlántico andaluz y del sur portugués. 

         Esta nueva etapa del imperio tartésico que representaría la dinastía de Gerión tendría como epicentro el bajo Guadalquivir, rico en ganadería, reforzada su riqueza con los posibles nuevos descubrimientos de metales en la zona de Huelva. 

Es en esta nueva zona, la del bajo Guadalquivir, donde se va conformando a finales del segundo milenio a. d. C.  una rica sociedad capaz de atraer hasta sus costas a los grandes navegantes del momento (los fenicios) desde las costas occidentales de Asia. Es así como podríamos interpretar una de las referencias que se hacen al mito de Gerión, la recogida por el escritor romano Justino, que después de relatar el mito de Gárgoris y Habis, continúa diciendo: “En otra parte de Hispania formada por islas hubo un reino en poder de Gerión. En ella hay tanta abundancia de pasto que los ganados reventarían si la gordura no fuera interrumpida por la abstinencia. Esta es la causa de que los rebaños de Gerión, en aquellos tiempos la única riqueza, tuvieran tal fama que tentaron a Hércules desde Asia por la magnitud del botín”


Posiblemente, este Hércules que vino de Asia tentado por el gran botín tartésico, no era el Heracles griego, sino su inspirador, el Melkart fenicio, adorado en Cádiz hasta la época romana como Hércules.

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