No por pequeños son menos importantes, pero hay quien no respeta lo uno ni lo otro. Por no respetar, hay gente que no respeta el carácter, la forma de expresarse, el humor de un pueblo, su capacidad de comunicación. Lo hemos sufrido con amplitud en algunas series y programas de TV, que merecieron el desprecio de la sociedad andaluza concienciada y que, en vez de reconocimiento y rectificación, por única respuesta dejaron de contratar actores andaluces. Por lo que se ve, para ellos parece incuestionable que, el andaluz sólo sirve como payaso, camarero o sirvienta. Toda una proeza. Un ejercicio del más abyecto colonialismo cultural. No obstante, las series de TV pueden mantenerse sin intérpretes andaluces, no es lo mismo, pero pueden; después de todo son modas de unas temporadas. Pero las entidades y empresas que operan aquí, sólo pueden mantener su falta de respeto a lo nuestro si los andaluces lo permiten, ya sea por desidia o por desconocimiento.
Algo así debe estar ocurriendo, cuando diversas empresas vienen, se llevan nuestro dinero, pagan sus impuestos –con dinero andaluz- en otra comunidad, y aquí son poco menos que veneradas. En tiempos del “invicto”, la respuesta popular a un escaparate poco respetuoso en unos recién llegados grandes almacenes, les hizo cambiarlos con urgencia. Pero de aquello hace casi cuarenta años. Ahora, por lo que se ve, aquel “…que mis costumbres son esas, y no las quiero perder” se ha quedado para las sevillanas; poca gente lo practica. Pocos lo defienden como esa pieza de nuestro folklore.
Serán pequeñeces. Son pequeñeces, sin duda, pero es en los pequeños detalles dónde mejor se puede reconocer la importancia que, para algunos, tienen las costumbres, la forma de hablar, la idiosincracia de un pueblo. Gente que nombra calles a capricho, o tergiversa el habla popular y lo convierte a su gusto. Grave cuando lo hace alguien que viene de fuera a lucrarse a nuestra costa, que confunde con la quimera de unos precios bajos creíbles sólo en su pobre y descuidada estética. Que encandila con unas marcas blancas para levantar la economía de su comunidad… y hundir la nuestra. Para cierta gran cadena de supermercados, la calle “Parque de Grazalema” no existe. En su lugar se han inventado “Calle de la Grazalema”. Encima horteras. Sabido es lo inculto del artículo delante de un nombre propio. Demostrando conocer Sevilla menos que la gramática, ni siquiera conocen una de las calles en que están implantados; la localidad serrana es “la” Grazalema. Y el Parque Natural al que da nombre, ni existe.
Dejan claro que sólo han venido a Andalucía para hacer negocio y empobrecernos aún más. Lo demás, el respeto a lo nuestro, empezando por lo pequeño y, aparentemente, intrascendente, ni les preocupa. Pues ¿qué cabría decir de Tussam, que ha roto con el diminutivo cariñoso acuñado en esta ciudad, y que renombró una barriada como “los Pajaritos”, a tenor de los nombres de sus calles? A la empresa municipal le habrá parecido poco culto y lo ha vuelto a renombrar, pero ni el nombre original ni el popular: para ellos es “Los Pájaros”. Lo creerá más digno sin el diminutivo.
Lástima de catetos que vienen de fuera a mandar en esta ciudad.
TEXTO: Rafael Sanmartín. Con L de Libertad
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