“La multa habrá caducado si le da la gana al alcalde”. Así de contundente y totalitaria era la señora funcionaria en su respuesta. Parece añorar la “cuarentena”, en vez de dejarla atrás. Peor que cuarentena, porque hasta en tiempos de Franco prescribían las multas, sin dependencia de voluntad alguna del alcalde de turno. Para ver: muchos (y muchas) dejan atrás a Franco y a Larra. Y a quien se tercie, “que a chulo (o chula) no nos gana nadie”. Así ¿Quién arregla al país? Vaya plan; como para no quejarse. Pues no, la queja también se ha quedado antigua. En los setenta se acabó la “canción-protesta y la protesta. Terminaron con el movimiento vecinal, quienes lo habían utilizado pero ya no lo necesitaban. Terminaron con la ilusión. Y ya, por terminar, ni quedan ganas no ya de protestar, sino ni siquiera comentar fuera del círculo íntimo.
Dónde especular es deporte Rey, dónde se llama “empresarios” a especuladores, dónde multinacionales se permiten abusos y destrozos con los que ni pensarían en sus países de origen; dónde todos caímos del Guindo, el día que, después de negarlo numantinamente (menos en lo heroico) estalló una bien inflada burbuja… ¿qué se puede esperar? El “vuelva usted mañana” se ha convertido en “no vuelva”. Mejor no vuelva, que aquí le dejarán parado (o parada) y encima le freirán a impuestos para beneficiar a unas cuantas familias propietarias de los bancos y compañías a su servicio (pomposamente autonombradas “empresas”). Y en ese fregado a ver quien se moja más. Creyeron ver orégano hasta en los tejados y, por lo tanto, que nunca podría pasarles nada. Pero aquí se sigue midiendo la delincuencia con criterios muy “personales”. Un pellizco a un banco es más grave, mucho más que arrastrar una anciana por el suelo pues “sólo” pueden quitarle el bolso. Y más grave aún que estafar a todo un pueblo al engañar a Hacienda o cobrar comisiones ilegales, pero si lo hace alguien “de postín”. Con independencia de que la imputación prospere o no, es destacable la personalidad: quizá ser miembro de la Familia Real sea menos importante que protegida de La Caixa. Y menos mal, el abogado no sacó el “¡usted no sabe con quien está hablando!”. Sentimentalmente es más rentable la dinámica del amor que engendra confianza. Cheque en blanco, manos libres para políticos y sus mandadores.
El negocio es una actividad plenamente lícita, si lleva rectitud y leal competencia. Más aún si persigue un objeto social, ético. La empresa se dignifica con la inversión de parte de sus beneficios en la prestación de servicio. Cuando tiene obligación de mantener una “obra social”, pero dedica el presupuesto, o parte de él, a actividades publicitarias enmascaradas, sólo a veces, es comprensible que una empleada de “alto standing” pueda ser imputada. Por el estilo, no porque tenga nada que ver, necesariamente en ese presupuesto. Lo extraordinario es que entidades especialmente especulativas como la mayor parte de la banca, no sean imputadas también.
Nos caemos del guindo, se hace deporte con la mirada, se apoya el enriquecimiento rápido de los especuladores y peor fauna, se subvenciona a empresas que nos envenenan con mercurio. Insístase: mejor no vuelva.
TEXTO: Rafael Sanmartín. Con L de Libertad.
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