En la antigüedad, los mitos o leyendas no solían ser
una mera creación literaria. Solían tener funciones didácticas para la sociedad
en que surgían y en cuyo seno se perpetuaban, primero de manera oral, y después
fijadas por escrito con más o menos fidelidad a la versión original.
En el caso de Andalucía, un pueblo
protohistórico conocido por el nombre helenizado de Tartessos desarrolla su
propia mitología fundacional de su realeza que sería transmitida de forma oral
a través de las generaciones. Ésta fue recogida por los griegos, grandes
conocedores y admiradores del mundo tartésico, y nos ha llegado a través de los
autores de época romana que dicen recogerla de fuentes griegas más antiguas.
La mitología tartésica hay que
enmarcarla dentro de la tradición de la mitología fundacional de los pueblos
mediterráneos conteniendo también algunos elementos de la mitología universal.
De hecho podemos ver un paralelismo de los reyes mitológicos tartésicos con los
diferentes estadios de la civilización: primero recolectora y cazadora, luego
agricultora y ganadera y por último dominadora de las técnicas de la
metalurgia.
El rey Gárgoris aparece como un
personaje dedicado a la caza y a la recolección y quizás en un momento muy
primitivo de la agricultura. Posiblemente la figura de este rey se asocia a los
inicios de la época megalítica que tuvo un gran desarrollo en el suroeste
peninsular (Andalucía y sur de Portugal) alrededor del cuarto milenio a. de C.
De hecho, el nombre de Gárgoris es sospechosamente parecido al dios celta
Gargantúa, que significa precisamente el “gigante de la piedra” o “el de la
piedra gigante”.
El mito que recoge el escritor romano
Justino nos habla de Gárgoris como el rey más antiguo del pueblo de los Curetes
que poblaban los bosques o montes tartésicos. Nos dice que inventó la
recolección de la miel. En el mito podemos ver, en contraposición a lo que hizo
su hijo-nieto Habis, a un rey Gárgoris cruel que reinaba sobre “un pueblo incivilizado” que todavía no
estaba organizado ni tenía leyes, que no conocía las técnicas agrícolas y el
cultivo del trigo, y que comían los alimentos crudos.
Que un pueblo como el de Tartesos del
que conocemos su existencia histórica a través de su relación comercial y de
amistad con los griegos focenses en el siglo VI a. d. C. relacione sus
orígenes, aunque sea con mitos como el de Gárgoris, con culturas tan tempranas
de la civilización, nos induce a pensar, como lo han hecho Maluquer de Motes y
Gómez Moreno, que la civilización tartésica hunde sus raíces en el periodo
neolítico andaluz y se engrandece a raíz del calcolítico con el comercio de los
metales, especialmente el bronce y la plata.
El megalitismo andaluz (la cultura de
las grandes piedras) es el eje catalizador entre las culturas neolíticas de los
silos en la baja Andalucía, y de las cuevas, en la alta Andalucía, con las
culturas metalúrgicas de los Millares (Almería) y su poblado análogo de Vila Nova de Sâo Pedro (estuario del Tajo), y sus
sucesoras, la cultura del Argar (en el levante) y la cultura Atalaya-Aracena
(en el occidente). Tartesos en medio del Atlántico y del Mediterráneo.
Relacionándose y comerciando por toda la fachada Atlántica, con las Islas
británicas y la desembocadura del Rhin, como referentes, y por todo el
mediterráneo con Egipto, Minos y las islas cicládicas, primero; Micenas,
Fenicia, Israel y Grecia, después.
El rey Gárgoris se asocia a los orígenes
remotos de un pueblo, los curetes, que con el tiempo, y a través de los
contactos con otros pueblos orientales, hemos conocido como tartesios. En un
principio ese pueblo es cazador y recolector y entierra a sus muertos en
construcciones de grandes piedras (los megalitos). El rey de los “gigantes de
las piedras”, que es lo que podría significar el nombre de Gárgoris, es
incivilizado, cruel y se atreve a revelarse contra el orden natural establecido
por los dioses al concebir un hijo con su propia hija. Ante la vergüenza y el
temor por el castigo divino, Gárgoris demuestra una crueldad inusitada para
deshacerse del hijo-nieto. Pero los dioses dan una protección especial al niño,
llamado después Habis, y lo salvan de todas las calamidades que le hace pasar
su padre-abuelo.
TEXTO: Paco Albadulí.
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