Abū 'Āmir ibn Šuhayd nació en el 992 en Córdoba. Fue un poeta andalusí
perteneciente a una familia de altos funcionarios vinculados a la dinastía Omeya.
Su abuelo había sido un alto cargo en la corte de Abderramán III y su padre había
formado parte del gobierno de Almanzor. Por eso seguramente creció en el palacio
de Medina Al-Zahira, (la "ciudad resplandeciente"), la ciudad
palatina construida por Almanzor.
Ibn Šuhayd pertenecía a la generación de
poetas cordobeses que floreció en el siglo XI, el siglo de oro de la poesía
andalusí, conocidos como los «nostálgicos» del califato. Son los hijos de los
grandes funcionarios del califato Omeya, nacidos o criados en las ciudades
palatinas de Madīnat al-Zahrā o Madīnat al-Zāhira y
que después de la caída del Califato vieron como se derrumbaba todo su mundo de
privilegios. Añorarían el califato y denostarían a los reyes taifas, aunque al
final vivirían de ellos.
En este
grupo estarían poetas como Ibn Šuhayd (992-1035), Ibn Hazm (994-1063), Ibn
Zaydūn (1003-1070), y otros menos conocidos.
Ibn Šuhayd e Ibn Hazm mantuvieron una estrecha amistad, hasta el punto
de que cuando ya presentía su muerte cerca a causa de su enfermedad, Ibn Šuhayd le pedía en unos versos que “no
te olvides de hacer un elogio fúnebre cuando me hayas perdido”.
Murió en
el 1035 con 43 años. Una hemiplejía le impedía moverse, por lo que solo se
podía desplazar en camilla. Pero sus amigos no le abandonaron y acudían a su
casa para acompañarle y montar tertulias sobre variados temas. Sufría en
silencio el dolor crónico que le amargaba pero en público procuraba mostrar
indiferencia al dolor.
Ibn
Šuhayd fue enterrado en un pabellón dentro de un parque público de Córdoba
junto a otro poeta amigo suyo y que había sido propietario del parque. Éste,
conocido como al-Zayyali, había donado la finca, por disposición testamentaria,
a la ciudad para que se convirtiera en parque público; un hecho nada corriente.
Además de cultivar la epístola, es
autor de poesía áulica al servicio de los distintos califas y gobernantes de
Córdoba que siguieron a la crisis del Califato, y cultivó también otros géneros
como la elegía, (entre la que debemos destacar la elegía que le dedicó a la ruina
de la capital del Califato), la sátira, el poema báquico o el descriptivo. Sus
dotes para la poesía eran extraordinarios. Era capaz de transformar en poesía
el tema más trivial. Su interés por lo burlesco y su facilidad para darle un
tono cómico y satírico a cualquier tema era sorprendente. Una muestra de ello
es su librito titulado Kitāb al nāranchiyyāt, que es
un recetario de experimentos químicos empleados por ilusionistas, adivinos
profesionales y otros embaucadores que se aprovechan de la ingenuidad y
credulidad de la gente. En él explica diferentes trucos que utilizan esos
pícaros para embaucar a la gente. Este libro es la primera obra de picaresca
que se conoce de un autor andalusí.
Como le pasaba a muchos poetas de la época,
que usaban la sátira y la ironía, tuvo problemas con una parte de la sociedad
de su época. Se organizó una campaña de denigración en su contra ante las
autoridades Hammudíes -de origen beréber que se habían hecho siies-, y fue
encarcelado. Pero en realidad, podemos
decir, que él había sido víctima de su propio personaje cínico y libertino que
había creado de sí mismo a través de su poesía. A uno de sus parientes
próximos, instigador de su encarcelamiento le decía Ibn Šuhayd: “Lo que más
me ha perjudicado es el tono jocoso de mis versos, o más bien esa sutileza que
hace creer que yo sustento pensamientos insensatos cuando mi conciencia es bien
recta.” Y en otros versos reivindica
su libertad de expresión: “Expreso lo que siento, buscando unas veces la
belleza de las ideas y otras añadiendo yo a la propia belleza.”
La obra de Ibn Šuhayd se conserva en
varias antologías y en su libro de teoría y crítica literaria Risālat
al-tawābi' wa-l-zawābi (Epístola de los genios), que a su vez es una antología
de los poetas árabes anteriores a él y de sus propios poemas. Esta es una de
las obras cumbres de la literatura andalusí, tanto por su contenido como por su
originalidad en la forma de presentarla. En ella el poeta hace un viaje
imaginario al paraíso donde habitan los genios que inspiran a los grandes
escritores. En esta epístola, Ibn Šuhayd, que demuestra una gran erudición y
grandes conocimientos de la filología árabe, se propone no tanto la descripción
del paraíso como la crítica, desde un punto de vista estrictamente literario, y
en tono humorístico, de los poetas árabes clásicos.
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