Muhammad ibn Abd al-Malik ibn Quzman fue
un poeta andalusí que nació en Córdoba hacia el 1078, y murió, también en
Córdoba, en 1160. Los antologistas lo describen como un personaje de aspecto
físico especial -era alto, rubio y de
ojos azules-, y de carácter también muy especial. Era libertino, burlesco,
irónico y muchas veces soez. A pesar de vivir en la época en que al-Ândalus estaba dominada por los africanos
Almorávides, que eran muy intransigentes con la observancia religiosa, él era
poco cumplidor con los preceptos coránicos. Se consideraba un trovador popular
y se dedicaba a recorrer Andalucía recitando y cantando sus poemas.
Ha llegado hasta nosotros un
cancionero o Diwan de Ibn Quzman que fue descubierto a finales del siglo XIX en
San Petersburgo. El arabista Stern, que estudió esta antología poética de Ibn
Quzman, divide los 149 zéjeles que contiene en dos clases. Los zéjeles en forma
de moaxajas, que tienen la misma estructura que éstas, con poemas de entre
cinco y siete estrofas, pero sin la jarcha romance final. Estas constituyen una
tercera parte del diwan de Ibn Quzman. Las otras dos terceras partes son
zéjeles propiamente dichos sin límite de estrofas.
El zéjel estaba escrito en árabe
coloquial andalusí, salpicado de romancismos, lo cual denota el origen andalusí
de esas composiciones que Ibn Quzman lleva a su máxima difusión.
Los temas del cancionero Quzmaní son
variados. En algunos poemas se dedica a reinterpretar de forma irónica tópicos
de la poesía árabe clásica. Pero en la mayoría se dedica a describir temas
personales, como sus relaciones amorosas con jovencitos, rayando en el
erotismo. También describía las fiestas a las que asistía y los instrumentos
musicales que se utilizaban en ellas y, como todos los poetas de su época,
dedicaba también algunos poemas al elogio y loa de sus protectores; es decir,
de los que le pagaban.
Su apego a las
juergas y al vino le llevó a escribir estos versos a modo de instrucciones para
su mortaja:
Cuando muera éstas son mis instrucciones para el entierro:
dormiré con una viña entre los párpados.
Que me envuelvan entre sus hojas como mortaja
y me pongan en la cabeza un turbante de pámpanos.
dormiré con una viña entre los párpados.
Que me envuelvan entre sus hojas como mortaja
y me pongan en la cabeza un turbante de pámpanos.
Después de Ibn Quzman, el zéjel
andalusí fue decayendo, pero su influencia ha llegado hasta la poesía en
castellano donde se usó en las canciones populares, muchas veces anónimas, como
el famoso zéjel de las tres morillas de Jaén. También lo usaron otros autores
como Lope de Vega y algunos de nuestro tiempo como Alberti y García Lorca,
donde los utiliza en su Diwan del Tamarit.
Terminamos con este zéjel que le
dedicó Ibn Quzmán a la aceituna:
¡Ay fortuna,
cógeme esta
aceituna!
Aceituna lisonjera
verde y tierna por
fuera,
y por dentro de
madera,
¡fruta dura e
importuna!
¡Ay fortuna,
cógeme esta
aceituna!
Fruta en madurar
tan larga
que sin aderezo
amarga;
y aunque se coja
una carga,
se ha de comer sola
una.
¡Ay fortuna,
cógeme esta
aceituna!
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