Abu Bakr Ibn al-Arabi nació en
Sevilla en el 1075 en pleno reinado de al-Mutamid. Fue un reconocido pedagogo
de su época y también fue un prestigioso Cadí de Sevilla.
El padre de Ibn al-Árabi, Abd Allah, era
consejero del rey sevillano, por lo que el niño se educó en un ambiente de privilegios
económicos y sociales. Su padre, que había sido discípulo de Ibn Hazm, también
tuvo buen cuidado de que su hijo tuviera una buena cultura; además de
procurarle la mejor educación que podía darse a un niño de su tiempo y su
condición social, le solía llevar a las tertulias científicas para que el niño
aprendiera.
Inició su
educación primaria hacia los cinco años, en la que el estudio del Corán era
fundamental. A los nueve años era hafiz (recitador) de Corán, y después amplió
tres años más sus conocimientos de ciencias coránicas, árabe y matemáticas.
Cuando
los almorávides vuelven a al-Andalus con la intención de destronar al rey taifa
de Granada en 1090, el padre de Ibn Arabi, intuyendo el final de al-Mutamid
también, y temeroso de caer en desgracia ante los nuevos gobernantes, decide
llevarse a su hijo a hacer un “viaje de estudios” por el norte de África y
Oriente. Estuvieron en diferentes ciudades de Ifriquiya donde el joven Ibn Arabi
estudiaba con los maestros mas reputados de las localidades en las que se
instalaban durante varios meses. En su viaje de Tunicia a el Cairo tuvieron un
naufragio que los dejó sin nada. Sin embargo la suerte les llevó a conocer a un
sultán de la zona que, asombrado de sus conocimientos, les colmó de honores y les ayudó
económicamente a seguir su viaje. Después de visitar el Cairo, Jerusalén y
Damasco, donde continuó sus estudios, el joven Ibn al-Arabi llegó a Bagdad en
1092 donde permaneció varios años. Allí completó sus estudios con diferentes
maestros, incluido al mismísimo Algazel, que había fundado una madraza un año
antes. En Bagdad también conoció a otro estudiante llamado Ibn Tumart, que
después sería el ideólogo y primer líder de los almohades.
Debieron volver
a al-Andalus, quizás en el 1096, y se congraciarían con el nuevo poder
almorávide pues en el 1098 aparecen otra vez en Bagdag encabezando una
delegación del emir almorávide Ibn Tasufin a la corte del califa de Bagdad. De
vuelta otra vez a Sevilla, el viaje lo hacen por Damasco, Jerusalén -justo
antes de la toma de la ciudad santa por los cruzados- y por Alejandría, donde
el padre falleció en el 1099.
Cuando
llega a Sevilla, Ibn Arabi ya venía precedido por su enorme reputación intelectual
en Bagdad gracias a la firme fundamentación coránica que poseía y que lo habían
convertido en uno de los personajes con más erudición de su tiempo.
En
Sevilla se dedica a la enseñanza del derecho y del Corán, recibiendo alumnos de
todo al-Andalus. En 1134, ya con la edad de 59 años, es nombrado Cadí de
Sevilla. Durante el tiempo que estuvo como máximo responsable de Sevilla
consigue que se reconstruyan las murallas de la ciudad, que estaban muy
deterioradas. Tuvo fama de recto y severo, especialmente con los poderosos.
Estos consiguen que abandone el cargo en 1141 levantando al pueblo contra él,
saqueando su casa y destruyendo su biblioteca.
Se
fue a Córdoba, donde se volvió a dedicar a la enseñanza. Después de un año
allí, vuelve a Sevilla donde sigue con su labor de enseñanza. A principios de
1147 se encuentra en Sevilla cuando se producen las revueltas contra los
almorávides. En esos tumultos muere su hijo. Unos meses después viaja a
Marrakech, que acababa de ser conquistada por los almohades, integrando una
misión de notables andalusíes ante las nuevas autoridades. A la vuelta de esa
misión muere en Magila, cerca de Fez, en el verano de 1148.
Ibn
al-Arabi de Sevilla tuvo una producción enciclopédica. Se cree que es autor de
97 trabajos sobre temas relacionados con la ciencia del Corán, sobre la lengua
árabe y su gramática y la literatura, aunque muchos de ellos no nos han
llegado. Aunque se dedicó algo a la política, su gran vocación fue la
enseñanza. Como pedagogo tuvo el gran reconocimiento de su época.
Como pedagogo
criticaba el sistema de enseñanza primaria tradicional del mundo musulmán en el
que se prioriza en el niño el aprendizaje del Corán de memoria. El prefiere el
sistema andalusí, que es más eficiente y que incluso recomienda para Oriente, en
el que los niños se preocupaban de aprender primero la lengua árabe y la poesía
clásica, que les serviría para ampliar vocabulario y completar la gramática,
antes que las demás ciencias y luego seguían con el estudio del Corán. Para él,
la poesía, y la gramática, deben preceder al aprendizaje del Corán de memoria,
pues si se hace al revés, como en oriente y el magreb, los niños se aprenden el
Corán pero no entienden lo que dice.
Como método pedagógico también
recomienda el estudio de las matemáticas en las primeras edades del niño, no
sólo por ser una materia útil para la vida, sino como forma de ejercitar la
mente. Ya en la segunda enseñanza el pedagogo sevillano desaconsejaba al
estudiante dedicarse a dos ciencias a la vez, a no ser que tuviera la capacidad
suficiente para ello.
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