Muhammad ibn Yusuf ibn Nasr, mas conocido como Ibn al-Ahmar (el
hijo del rojo, por el color de su pelo) o por el castellanizado Alhamar, fue el
primer rey del Estado nazarí de Granada que reinó con el nombre de Muhammad I.
Diversas fueron las circunstancias
que le llevaron a encabezar a partir de 1238 un extenso reino con capital en
Granada. Antes, en 1232, Ibn Nasr fue proclamado Sultán de Arjona por la
mayoría de la población congregada en la mezquita. Su elección se vio
favorecida por haber adquirido un gran prestigio militar en las luchas con los
castellanos que unos años antes habían puesto sus reales en varias ciudades de
Jaén de la mano del “traidor” al-Bayyasi, Emir de Baeza.
Desde la descomposición del imperio
almohade, la zona de Jaén se había convertido en el centro neurálgico de las
luchas entre diversos bandos. Primero entre los gobernadores almohades entre
sí, luego entre almohades y castellanos, y por último entre los castellanos de
Fernando III y los andalusíes de Ibn Hud de Murcia, que aspiraba a restaurar
al-Andalus bajo su poder.
La incapacidad de Ibn Hud para
contener las acometidas cristianas contra las tierras musulmanas, entre las que
Arjona estaba en primera línea, lleva a los arjoneros a elegir a Ibn Nasr como
Sultán para que los protegiera. Enseguida éste, apoyado por su influyente
familia, los banu Nasr, y la de su mujer, los Asquilula, inicia su expansión
territorial por diversas localidades de Jáen, Granada, Córdoba, Sevilla y
Cádiz.
La contraofensiva de Ibn Hud hace
que el nasri acabe reconociendo como emir al murciano en 1234 a cambio de ser
reconocido como señor de Arjona, Porcuna y Jaén. Pero dos años después, en
1236, la caída de Córdoba en manos de Fernando III -parece que con la
complicidad de Ibn Nasr-, lleva a muchas poblaciones a buscar la protección del
nasri frente a la amenaza cristiana. Es el caso de la ciudad de Granada que lo
reclama para que les defienda. Allí se instala el arjonero a finales de 1236.
El asesinato de Ibn Hud en 1237 hace
que se fortalezca la posición de Ibn Nasr como nuevo líder musulmán de
al-Andalus. Las poblaciones de Almería, Granada y Málaga terminan por reconocer
su autoridad en 1238. A finales de ese año ya domina un basto territorio que
abarca las actuales provincias de Almería, Granada, Málaga y parte de las de
Jaén, Córdoba, Cádiz y Murcia.
Pocos años después, el avance
castellano hace que pierda algunas de las plazas como Murcia, en 1243, o Jaén,
en 1246. A raíz de la conquista de Jaén, Fernando III e Ibn Nasr firman un
pacto por el que el nuevo reino granadino se declara vasallo del castellano.
Por ese pacto el nuevo Emir de Granada consigue la paz exterior necesaria para
reorganizar su Estado; a cambio tiene que pagar parias al reino castellano y
asistirle en la guerra cuando lo necesite.
Se puede decir que a partir de ese
pacto nace el Estado Nazarí, un reino que vive en continuo equilibrio
presionado desde el exterior por Castilla y León, por un lado, y los
Benimerines africanos por otro.
Ibn Nasr, proclamado con el nombre
de Muhammad I primer rey de este nuevo Estado, consigue mantener el equilibrio
de intereses entre las poderosas familias aristocráticas de su reino. Con la
paz asegurada frente a Castilla, se dedica a regularizar un sistema fiscal
suficiente para poder atender al pago de
las parias. Consigue la tranquilidad de la población limpiando de bandidos los
caminos que suponían una rémora para el desarrollo del comercio.
Como buen vasallo, además del pago
de parias, también cumple con sus otros compromisos. Así vemos como un pequeño
contingente de 500 caballeros granadinos participan junto a los castellanos en
la conquista de Sevilla en 1248. En 1252 caballeros granadinos figuran en el
cortejo fúnebre del rey Fernando.
A la muerte de Fernando III el pacto
de vasallaje fue renovado por su hijo Alfonso X quien nuevamente recibe el
apoyo militar de los nazaríes en la conquista de la taifa de Niebla en 1262.
Poco después, el rey granadino decide conquistar Ceuta sin el beneplácito del
rey castellano-leonés. Fracasa en su intento y las desavenencias con el
cristiano hacen que Ibn Nasr busque apoyos en los benimerines norteafricanos
que le ayudan mandando un ejército de 3000 hombres a Granada. Este asunto, y el
apoyo indirecto a la revuelta mudéjar del valle del Guadalquivir y Murcia contra
los conquistadores, es determinante para la ruptura del pacto entre granadinos
y castellano-leoneses. El fracaso de la revuelta mudéjar en los dominios
castellanos acarrea como consecuencia que muchos de estos decidan instalarse en
el reino granadino.
Todo ello lleva al malestar general
en el reino donde se desatan las intrigas por la futura sucesión del monarca.
Muhammad I asocia a su hijo al poder como futuro rey. Sus poderosos parientes,
los Asquilula, se rebelan en sus dominios llegando a crear un gobierno
independiente de facto. Intentan conseguir la ayuda de Alfonso X, pero éste,
muy ocupado por las luchas internas en su reino con la casa nobiliaria de Lara,
no quiere intervenir en los asuntos granadinos.
Sin embargo Muhhamad I sí que se
aprovecha, como fuerza militar contra sus enemigos internos, de los numerosos
seguidores de los Lara que se habían exiliado en el reino granadino. Esta
fuerza militar mercenaria es la que permite que a la muerte de Muhammad I en
1273 le pueda suceder su hijo Muhammad II.
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