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lunes, 19 de enero de 2015

AL-MUTAMID



Muhammad ibn ‘Abbad al-Mu‘tamid nació en el año 1040 en la ciudad portuguesa de Beja, que entonces pertenecía al reino Taifa de Sevilla. En la ciudad hispalense se crió el pequeño Almutamid hasta que volvió a Portugal con 12 años como gobernador de Silves.
            Era nieto de Abu l-Qasim Muhammad ibn Abbad, el fundador del reino sevillano, e hijo de al-Mutadid al que sucedió en el 1069 hasta que fue depuesto por los Almorávides y desterrado a la ciudad norteafricana de Agmat, donde murió en el 1095. Hoy se conserva su tumba junto a la de su amada Rumaikiyya, (la reina I'timad) en un mausoleo reconstruido en 1970.  

            El reino taifa de Sevilla se proclamó independiente en el 1023 después de que el abuelo de Almutamid se hiciera con el poder absoluto de la Cora Sevillana, en la que gobernaba con bastante autonomía en un triunvirato junto a otros dos notables sevillanos.
            Desde su misma creación, la Taifa sevillana mantuvo una política expansionista, lo que ocasionó que estuviera continuamente en guerra con los demás reinos vecinos. Esa misma política de expansión territorial la continuaron Al-Mutadid, y su hijo Al-Mutamid. Hubo un momento en el reinado de Al-Mutamid que el reino de Sevilla abarcaba casi todo el sur peninsular, desde el Algarve portugués hasta Murcia, quedando solo fuera de su control las taifas de Málaga, Granada y Almería.
            La debilidad de las taifas andalusíes llevó al rey castellano-leonés Alfonso VI a aprovecharse de la situación y, aliándose unas veces con unos y otras con otros, conseguía cobrar parias de los reyes andalusíes. Pero el miedo se apoderó de los gobernantes andalusíes cuando Alfonso VI conquista Toledo.  Entonces deciden pedir ayuda a los Almorávides norteafricanos que pasan a la península y consiguen, junto a los ejércitos de las taifas de Sevilla, Granada y Badajoz, derrotar a los castellano-leoneses en la batallas de Sagrajas o Zalaca.
            Los Almorávides vuelven a África, pero ante las continuas presiones de Alfonso VI, el mismo Al-Mutamid vuelve a pedir al emir de los Almorávides su ayuda. El emir almorávide Yusf ibn Tasufin vuelve a la península, pero esta vez decide quedarse en al-Andalus, conquistando todos los reinos taifas, destituyendo y desterrando a sus gobernantes. 
    
         Los reyes de taifas rivalizaban entre ellos, además de militarmente, también culturalmente, atrayendo a sus cortes a los mejores científicos, constructores o poetas. El joven al-Mutamid creció en la corte de su padre rodeado de intelectuales. Uno de ellos, el poeta cordobés Ibn Zaydun, que había mantenido una apasionada y tormentosa relación con la princesa cordobesa Wallada, fue su preceptor. Seguramente que la poesía amorosa de Ibn Zaydun influyó en el gusto por ese tema en la obra poética de al-Mutamid.
            Además de rey de Sevilla, al-Mutamid fue conocido como poeta y así quería que lo conociera su pueblo. Dedicó mucho dinero a mantener en su corte a los mejores poetas, con los que le gustaba rivalizar con sus propios poemas. Creó una escuela de poetas y convocaba premios de poesía. Incluso al-Mutamid, nada mas llegar al trono, nombró como visir a su amigo el poeta Ibn Ammar, al que terminó matando después de descubrir las continuas traiciones de su amigo.
            En la obra poética de al-Mutamid destacaba por su importancia el tema de la pasión amorosa, tratado de una forma sensual y refinada, haciendo uso constante de metáforas naturales. Pero también fueron tema de sus poesías todos los aspectos de su intensa vida: el lujo palaciego, el vino, las bellas mujeres cantoras que acompañaban sus juergas en la corte o en barco por el Guadalquivir, sus obligaciones políticas, familiares y militares.

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