Yosef, o
José ibn Nagrella, nació en Granada en 1035 y murió asesinado, también en
Granada, en 1066.
El padre de Yosef, Samuel era
natural de Córdoba de donde tuvo que salir durante las luchas internas de la
guerra civil. Se instaló en Málaga donde abrió una tienda de droguería y allí
conoció al visir del rey taifa granadino Habus. Samuel tenía una gran formación
literaria y científica que deslumbraron al rey granadino nombrándolo “príncipe”
de la judería granadina. Samuel influyó en que fuera Badis el sucesor de Habus
en el reino, y se mantuvo fiel a él, lo que le sirvió para formar parte del
gobierno de visires y ser jefe de sus ejércitos.
En esta época, el pequeño Yosef
copiaba los poemas que escribía su padre y lo acompañaba algunas veces al campo
de batalla.
Los Ibn Nagrella, tanto el padre
Samuel, como el hijo Yosef, monopolizaron la cobranza de los impuestos en el
reino granadino, asistidos de agentes fiscales, también judíos. Estos también
controlaron el patrimonio real en tiempos del rey Badis.
Yosef, al que Abd Allah califica en
sus memorias de “puerco”, heredó de su padre la ambición política y una inmensa
fortuna pero demostró que no poseía las dotes ni habilidad para el gobierno de
su padre. Con su aptitud arrogante se fue ganando poco a poco la antipatía de
las clases dirigentes y el pueblo granadino.
Las intrigas del joven Yosef para
conseguir el máximo poder no tenían límite. Llegó a dominar al rey Badis, que
por su afición al vino, parece que estaba habitualmente en estado de
embriaguez. Yosef teje una red de espías que le informan constantemente de
todos lo movimientos y palabras del monarca. Parece que llegó a envenenar al hijo mayor del rey, Buluqqin,
para que el trono fuese heredado por el otro hijo menor, Maksan. Aunque todos
los indicios apuntaban a Yosef como el autor del envenenamiento, porque murió
poco después de salir de una fiesta de su casa, éste se las ingenió para hacer
pensar al rey Badis que la responsabilidad del magnicidio había sido de sus visires.
Badis se deshizo de ellos y dejó en manos de José el control de muchos de los
resortes del Estado, sobre todo los económicos.
Pero cuando Yosef parecía
controlarlo todo, apareció en el reino zirí un personaje, al-Naya que venía
exiliado del reino abbasí de Sevilla. Fue nombrado co-gobernador militar de
Málaga y se ganó el favor del rey Badis por sus éxitos militares contra sus
enemigos sevillanos. Yosef, celoso del ascenso vertiginoso de al-Naya, consiguió una vez más, a través de
sus intrigas, salir airoso. Consiguió enfrentar a Badis con su hijo Maksan,
protector de al-Naya. Maksan tuvo que salir desterrado de Granada.
Parece que las intrigas y las
traiciones de Yosef iban enfureciendo a la población granadina que lo culpaba
de los excesivos impuestos que tenían que soportar. Además de no ser muy
practicante de su religión judía, cometió la imprudencia de criticar en público
a Mahoma afirmando que sus dogmas eran ridículos. Todo eso, y su carácter
orgulloso y su poco respeto a la justicia le atrajo la animadversión de la
población en general, tanto del pueblo llano como de las clases dirigentes.
Yosef se sentía cada vez más
acorralado. Ante esta situación
angustiosa parece que urdió, junto a su camarilla, una solución altamente
arriesgada: traicionar al rey Badis y entregar el reino al rey al-Mutasin de
Almería. El rey Abd Allah describe en
sus memorias pormenorizadamente todos los detalles de esta traición.
Precisamente, la sospecha de que
Yosef se había confabulado con el rey de Almería para que conquistara Granada,
fue el detonante de su final. Hubo un motín y la gente entró en el palacio en
busca de Josef, que se había ocultado en la carbonera con la cara tiznada para
no ser reconocido. Pero su estratagema no le valió de nada y fue capturado y
muerto en una cruz el 30 de diciembre de 1066. Este asesinato fue el inicio de
una persecución brutal contra todos los judíos de Granada que sufrieron las
iras de un pueblo que los culpaba de acaparadores, usureros y de todas sus
penurias económicas. Seguramente que en la rebelión contra Yosef influiría de
manera decisiva un poema de Abu Yishaq de Elvira, muy difundido en Granada, en
el que se vertía una despiadada crítica contra él.
Muchos de los judíos que sobrevivieron a la matanza y los
musulmanes fieles a Yosef, se refugiaron en otras ciudades andalusíes,
especialmente en Almería. Su esposa y su hijo Azarías consiguieron escapar a
Lucena donde Azarías murió joven y sin descendencia.
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