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sábado, 31 de enero de 2015

YOSEF IBN NAGRELLA



            Yosef, o José ibn Nagrella, nació en Granada en 1035 y murió asesinado, también en Granada, en 1066.      

            El padre de Yosef, Samuel era natural de Córdoba de donde tuvo que salir durante las luchas internas de la guerra civil. Se instaló en Málaga donde abrió una tienda de droguería y allí conoció al visir del rey taifa granadino Habus. Samuel tenía una gran formación literaria y científica que deslumbraron al rey granadino nombrándolo “príncipe” de la judería granadina. Samuel influyó en que fuera Badis el sucesor de Habus en el reino, y se mantuvo fiel a él, lo que le sirvió para formar parte del gobierno de visires y ser jefe de sus ejércitos.
            En esta época, el pequeño Yosef copiaba los poemas que escribía su padre y lo acompañaba algunas veces al campo de batalla.

            Los Ibn Nagrella, tanto el padre Samuel, como el hijo Yosef, monopolizaron la cobranza de los impuestos en el reino granadino, asistidos de agentes fiscales, también judíos. Estos también controlaron el patrimonio real en tiempos del rey Badis.
            Yosef, al que Abd Allah califica en sus memorias de “puerco”, heredó de su padre la ambición política y una inmensa fortuna pero demostró que no poseía las dotes ni habilidad para el gobierno de su padre. Con su aptitud arrogante se fue ganando poco a poco la antipatía de las clases dirigentes y el pueblo granadino.
            Las intrigas del joven Yosef para conseguir el máximo poder no tenían límite. Llegó a dominar al rey Badis, que por su afición al vino, parece que estaba habitualmente en estado de embriaguez. Yosef teje una red de espías que le informan constantemente de todos lo movimientos y palabras del monarca. Parece que llegó  a envenenar al hijo mayor del rey, Buluqqin, para que el trono fuese heredado por el otro hijo menor, Maksan. Aunque todos los indicios apuntaban a Yosef como el autor del envenenamiento, porque murió poco después de salir de una fiesta de su casa, éste se las ingenió para hacer pensar al rey Badis que la responsabilidad del magnicidio había sido de sus visires. Badis se deshizo de ellos y dejó en manos de José el control de muchos de los resortes del Estado, sobre todo los económicos.
            Pero cuando Yosef parecía controlarlo todo, apareció en el reino zirí un personaje, al-Naya que venía exiliado del reino abbasí de Sevilla. Fue nombrado co-gobernador militar de Málaga y se ganó el favor del rey Badis por sus éxitos militares contra sus enemigos sevillanos. Yosef, celoso del ascenso vertiginoso de  al-Naya, consiguió una vez más, a través de sus intrigas, salir airoso. Consiguió enfrentar a Badis con su hijo Maksan, protector de al-Naya. Maksan tuvo que salir desterrado de Granada.
            Parece que las intrigas y las traiciones de Yosef iban enfureciendo a la población granadina que lo culpaba de los excesivos impuestos que tenían que soportar. Además de no ser muy practicante de su religión judía, cometió la imprudencia de criticar en público a Mahoma afirmando que sus dogmas eran ridículos. Todo eso, y su carácter orgulloso y su poco respeto a la justicia le atrajo la animadversión de la población en general, tanto del pueblo llano como de las clases dirigentes.
            Yosef se sentía cada vez más acorralado.  Ante esta situación angustiosa parece que urdió, junto a su camarilla, una solución altamente arriesgada: traicionar al rey Badis y entregar el reino al rey al-Mutasin de Almería. El rey  Abd Allah describe en sus memorias pormenorizadamente todos los detalles de esta traición.      
            Precisamente, la sospecha de que Yosef se había confabulado con el rey de Almería para que conquistara Granada, fue el detonante de su final. Hubo un motín y la gente entró en el palacio en busca de Josef, que se había ocultado en la carbonera con la cara tiznada para no ser reconocido. Pero su estratagema no le valió de nada y fue capturado y muerto en una cruz el 30 de diciembre de 1066. Este asesinato fue el inicio de una persecución brutal contra todos los judíos de Granada que sufrieron las iras de un pueblo que los culpaba de acaparadores, usureros y de todas sus penurias económicas. Seguramente que en la rebelión contra Yosef influiría de manera decisiva un poema de Abu Yishaq de Elvira, muy difundido en Granada, en el que se vertía una despiadada crítica contra él.
            Muchos de los judíos que sobrevivieron a la matanza y los musulmanes fieles a Yosef, se refugiaron en otras ciudades andalusíes, especialmente en Almería. Su esposa y su hijo Azarías consiguieron escapar a Lucena donde Azarías murió joven y sin descendencia.

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