Han
puesto de actualidad una palabra tan olvidada, que hasta el ordenador se negaba
a escribirla. Por primera vez una palabra correcta en sus labios, para definir
una situación/actuación absolutamente incorrecta: la de ustedes. Recuerde los
versos de Niëmoller con que les han contestado muy correctamente, Sra. de
Cospedal. Que, pese a ustedes, la mayoría sigue actuando pacíficamente. Que
después de utilizar violencia institucional para dejar a la gente sin vivienda
(y no sólo por los numerosos desahucios bancarios, hay más abusos también
fomentados por su gobierno); que después de
responder a palos a las protestas
contra una situación gravemente injusta, provocada únicamente por la voracidad
especulativa que su gobierno protege como parte interesada; que después de
empobrecer al país para “cumplir los compromisos contraídos con la U.E .” (¿Para qué queremos esa
UE y sus compromisos), que luego incumplen cuando no son favorables a la
avaricia bancaria… que después de todo lo que estamos sufriendo, acusen de
provocar violencia a quienes revientan porque ya no pueden más, porque ya no
les queda nada que perder, sólo es una muestra, una sangrante muestra de su falta
de escrúpulos. A lo mejor sólo es añoranza; a lo peor no pasa de amenaza
encubierta de recuperar la “Grisapo”. Señora Cospedal: no corrimos delante de
aquella policía para esto, después de sufrir lo que nos están haciendo.
En
una cosa tiene razón, María Dolores: esto tiene bastante semejanza con aquello.
Después de forzar el empobrecimiento, como en la Alemania nazi la
violencia se practica brutalmente contra los más débiles; se castiga el deseo,
legítimo y legal, de vivir dignamente, de habitar la vivienda que ustedes nos
niegan, de comer todos los días, de vestir. Lo que les está ocurriendo es poco,
comparado con lo que ustedes están haciendo. Decirlo no es apología, es
constatación. Y, para colmo, se permite aplicar el término “nazi” una
definición por la que, si no hay grave error, ha sido condenado algún
comentarista. Pero la utiliza sin recato. Será el hábito, la costumbre, el
fatal disparate de creerse por encima de las leyes a las que no se consideran
obligados, como el Saló en que están dejando este territorio.
Con
amenazas no se resuelve ningún problema. Podrán continuar obedeciendo a la UE en todo cuanto perjudique al
pueblo y haciéndose los sordos en todo cuanto pueda mermar el beneficio
bancario. Pero no se crean inmunes, aunque por ahora sean impunes: todo tiene
límite. Ni con represión. Podrán devolvernos a la policía de Franco, a la que
añoran -si hay policía dispuesta a volver a aquellos métodos, para proteger
abusos-. Ni con su permanente intento de callar a la prensa. Matar al mensajero
siempre fue el mejor medio de enconar posiciones y agravar la situación. No
mire tanto a quien informa, mire a quien perjudica, a la desesperación que ya
ha provocado muertes, por lo visto incapaces de mover su sensibilidad. Acallar
la información, sueño de toda dictadura, fue practicado sin éxito por Franco. Si
la avaricia no les obcecara, disminuirían el lastre de viviendas vacías. Si practicaran
un poco de dignidad, castigarían a quienes las mantienen vacías, no a quienes
las necesitan.
Con L de Libertad
Rafael Sanmartín
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