De
Hammurabi se recuerda el Código que lleva su nombre, base del Derecho romano y,
por tanto, del constitucionalismo occidental. Creador del Imperio Babilonio,
sus conquistas quedan en segundo plano, sobresale su obra legislativa, que
aplicó a los territorios conquistados con los mismos derechos de la propia Babilonia.
En su lucha contra la
esclavitud –hace ya casi cuatro mil años- impuso el principio de buena fe de
los deudores; combatió la usura prestando, pero a un interés del 5%, frente al
30% usual, lo que obligó a los bancos a rebajar el interés usurero. Así
protegía el crédito y evitaba al pueblo ser esclavizados por los especuladores,
resultado frecuente, pues los altos intereses obligaban al deudor a trabajar a
perpetuidad para el prestamista. Hoy –como las comparaciones son odiosas-, en
una situación de “civilización y modernidad”, el Gobierno se permite asegurar
que “la dación en pago debe ser una excepción”.
Creó
la noción de responsabilidad, basada en el principio de que todo acto perjudicial da derecho a
reparación y compromete a los mismos poderes públicos, los cuales tienen la
obligación de reparar los daños causados por acciones delictivas que no hayan
sabido evitar o reprimir. Nuestros “modernos gobernantes” intentan eludir
su responsabilidad y, cuando no les es posible, recurren, para postergar el
pago de indemnizaciones.
Hammurabi
no fue el único en legislar a favor de los más débiles: En el Siglo II (antes
de nuestra era) en el mundo helenístico los reyes impusieron un subsidio a los
parados, financiado con gravamen a las grandes fortunas. Pero entonces la
evasión se pagaba cara.
De
esto ya hace años. Ahora los “civilizados” gobiernos, empezando por el de
España, premian a los bancos usureros con donaciones astronómicas y les regalan
leyes para dejar en la calle a quienes son golpeados por la misma crisis creada
con ese fin. Y, a mayor gloria de la exaltación de la avaricia, se convierte en
trashumante a quien no tenga vivienda en propiedad, mientras se critica que en
España poca gente quiera vivir de alquiler.
En
el Imperio Antiguo Egipcio, estaba prohibido embargar la tierra que los
agricultores precisaban para su propio sustento. Los “civilizados” gobiernos
actuales extienden Saló al territorio pleno, cuando crean una ley específica
para no cumplir la genérica, la que atañe a todos. Por ejemplo: el sueldo es
inembargable hasta determinada cifra y a partir de ahí es porcentual por
tramos; pues se la saltan, con el auto-concedido derecho a embargar cuentas,
normalmente mal alimentadas por el propio jornal, sin importarles dejar sin
electricidad o sin alimento al embargado, ni el rigor o ligereza de la causa de
embargo. Actitud diametralmente opuesta a la reservada para sí mismos,
gastadores en recursos dilatorios para defender sus negligencias, porque no recurren
con su dinero, sino el de los contribuyentes, incluidas las víctimas
desvalijadas por su voracidad.
Aquellos
legisladores cuidaban al individuo. Estos, a los especuladores. Pero los de
hace cuatro mil años eran unos salvajes. ¿Sí? Menos mal que estamos en la “Europa civilizada”, que si no…
Con L de Libertad
Rafael Sanmartín
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