Abd Allah
ibn Buluqqim, rey de la taifa de Granada, nació en 1056 y falleció en Agmat
(actual Marruecos) durante el destierro impuesto por los Almorávides.
Pertenecía
al clan Zirí de la tribu beréber de los Sinhaya que habían llegado a al-Ándalus
a principios del milenio para engrosar los ejércitos mercenarios al servicio de
Almanzor y sus sucesores, junto a otras tribus beréberes y esclavos del norte
llamados eslavones o eslavos.
Después de
la descomposición del Califato cordobés, algunos de estos jefes militares
mercenarios consiguieron la administración política y militar de diversos
territorios. Ese es el caso de los Ziríes que en el 1013, comandados por Zawi y
su sobrino Habbus, se asentaron en Elvira, Jaén e Iznájar. Habbus fue el
auténtico iniciador del reino zirí después de la vuelta de Zawi al magreb. A
Habbus le sucedió su hijo Badis ibn Habbus, y a éste su nieto Abd Allah, que
gobernó desde el 1073 hasta que fue destituido por los Almorávides en 1090.
Abd Allah
hubiera pasado bastante desapercibido para la historia de Granada si no hubiera
sido porque escribió -y hemos tenido la suerte de conocer- unas “memorias” que
describen los avatares del reino taifa de Granada. Describe desde una óptica
personal la llegada de Zawi a la capital de la Cora de Elvira por un pacto de
protección militar a sus habitantes, a los que califica de “cobardes” por ser
incapaces “de hacer la guerra a nadie, aunque fuese a las moscas”. También dice
de los granadinos de la época que no se “sufrían unos a otros”. También cuenta
que, al estar la capital en una zona llana, difícilmente defendible, decidieron
instalarse en la colina del Albayzin fortificándola e invitando a los
habitantes de Elvira a instalarse allí.
Abd Allah
llegó al trono en 1073 con apenas 18 años. Su padre, Buluqqin, había muerto
envenenado con 25 años de edad. Tanto su tío Maksan, que gobernaba Jaén, como
su hermano mayor Tamím, que gobernaba en Málaga, no contaron con el respaldo
suficiente para ser entronizados después de la muerte de su abuelo Badis.
Siendo entonces Abd Allah el elegido por los notables y jeques de su tribu.
Le tocó un
reinado muy convulso. En los primeros nueve años de su reinado, dada su
inexperiencia, fue el visir Simaya, el auténtico hombre fuerte del reino. Estos
primeros años fueron de continuos enfrentamientos y conflictos. Primero tuvo
que luchar contra su propio hermano Tamin por el control del reino. Después
contra los reinos taifas de Sevilla y Almería por el control de las fronteras
inestables. Y sobre todo con el rey castellano-leonés Alfonso VI que le sometía
a continua presión para que le pagara parias.
En 1082
Abd Allah decidió tomar él mismo las riendas del gobierno, prescindiendo de su
visir Simaya. Esa decisión le costó hostilidades con algunos gobernadores
partidarios de Simaya que se refugió en Almería.
Con la
llegada de al-Mutamid a la corte sevillana hubo un cierto entendimiento entre
los reinos de Granada y Sevilla, pero la conquista de Toledo en 1085 por parte
de Alfonso VI y sus pretensiones de cobrar parias de los reinos andalusíes hizo
que Granada, Sevilla, Córdoba y Badajoz enviaran mensajeros a Yusuf ben
Tasufin, emir de los Almorávides norteafricanos, para que les ayudara en su
lucha contra Alfonso. Todos juntos derrotaron al rey castellano-leonés en
Sagrajas y los almorávides volvieron al magreb.
Pero
después de esta batalla y la vuelta de los almorávides a África, las intrigas
internas no cesaron en el reino de Abd Allah. Su hermano Tamín, desde Málaga,
seguía con sus pretensiones. Alfonso seguía incordiando, y el pueblo cada vez
estaba mas descontento por el continuo esfuerzo fiscal para pagar todos los
gastos que suponían los esfuerzos bélicos y los regalos a los almorávides.
Algunos alfaquíes aprovechaban ese descontento para intrigar contra Abd Allah.
Agobiado
por tantos frentes, especialmente por la continua presión militar del rey
castellano-leonés, el rey granadino cometió un grave error a ojos de los
Almorávides. Pactó con Alfonso VI el pago de las parias atrasadas con su
fortuna personal para evitar sangrar mas al pueblo. Yusuf ben Tasufin entendió que eso era una
traición a los musulmanes y se creyó con la razón para deponer de sus cargos a
Abd Allah en Granada y a Tamín en Málaga. Los Almorávides desembarcan nuevamente en Algeciras en 1090, pero esta
vez con la intención de quedarse.
Abd Allah y Tamín fueron deportados,
primero a Marraquech, y luego a Agmat donde murió. Allí se conserva su tumba,
aunque sin ninguna identificación externa, aunque la suya se distingue por el
morabito que le fue construido. No tuvo descendencia en Granada, pero según
relata en sus memorias, en su destierro de Agmat tuvo una hija y dos hijos, de
los que nada se sabe.
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