Fue el octavo emir independiente de al-Andalus de la dinastía Omeya.
Nació en el 891 y murió en el 961. Tuvo un largo reinado de 49 años pues llegó
al poder con 21 años.
Aunque en principio el sucesor de
Abd Allah iba a ser su primogénito Muhammad, la muerte de éste por las intrigas
de su hermanastro al-Mutarrif y la desconfianza de Abd Alláh en sus propios
hijos hizo que éste escogiera como heredero a su nieto Abderramán, hijo de
Muhammad y de una concubina cristiana.
Abderramán heredó un emirato que
territorialmente estaba circunscrito sólo a los alrededores de Córdoba, pues el
resto del territorio de al-Andalus estaba bajo dominio efectivo de los
diferentes jefes rebeldes, la mayoría de origen autóctono. Así que la primera
tarea de Abderramán fue la de llevar a cabo la conquista y sometimiento
efectivo de al-Andalus y sus marcas. Empezó por someter a las Coras y ciudades
díscolas andalusíes, consiguiendo acorralar en su fortaleza de Bobastro al mas
significativo y poderoso de estos líderes rebeldes al poder cordobés como era
Omar Ibn Hafsún y sus hijos. Después siguió con las marcas inferior
(conquistando Mérida y Badajoz); la marca media con capital en Toledo donde
gobernaba de forma independiente la dinastía Di-l-Nun, y la marca superior
donde se mantenía también de una forma independiente la dinastía de los Banu
Qasi.
Una vez que consiguió controlar
al-Andalus, se sintió tan seguro y poderoso que en el 929 se autoproclamó
Califa, rompiendo el teórico vínculo religioso con el califato abassí de
Bagdad, como unos años antes habían hecho los fatimíes del magreb que también
habían declarado un califato independiente.
De hecho podemos considerar a
Abderramán III como el auténtico unificador administrativo y fiscal del gran
al-Andalus. A partir de ahí sólo le quedaban dos grandes problemas. Uno al sur
representado por el Califato fatimí de Túnez –después trasladado a Egipto- al
que consiguió mantener a raya consiguiendo, incluso, instaurar una especie de
protectorado andalusí en el norte de Marruecos.
El otro gran quebradero de cabeza era el cada vez más fortalecido reino
de León donde había subido al trono su alter ego, el rey Ramiro II con el que
mantuvo una relación de batallas por un lado (unas ganadas y otras perdidas
como la de Simancas donde casi pierde la vida) y pactos circunstanciales.
Incluso podemos resaltar la intervención del califa en la contienda sucesoria a
la muerte del rey leonés Ramiro.
Otra de las preocupaciones de
Abderramán III era controlar el comercio del mediterráneo para lo que creó una
gran flota con base en la ciudad de Pechina.
Como hijo y nieto de cristianas del
norte –parece que estaba emparentado con los reyes de Navarra-, físicamente era
de piel muy blanca y de ojos azules, aunque de estatura era más bien bajo.
Cuentan los cronistas que le gustaba la bebida y que era bastante cruel.
Incluso quiso estar presente en la decapitación de uno de sus hijos que se
había rebelado contra él.
Durante su largo reinado fortaleció la administración del Estado Califal
favoreciendo un estado asistencial con la potenciación de servicios públicos
como la enseñanza básica a través de la extensa red de mezquitas, y la sanidad,
favoreciendo el estudio de la medicina y manteniendo extensos huertos de
plantas medicinales en las grandes ciudades.
Mandó construir una ciudad palatina a las afueras de Córdoba conocida
como Medina Azahara. Esta ciudad, urbanísticamente podemos considerarla como
una ciudad moderna, con sus zonas comerciales, administrativas, militares y
residenciales. También tenía muchos espacios verdes y contaba con un zoológico.
Fue bastante tolerante con las
otras religiones del libro. De hecho, entre sus colaboradores más cercanos se
encontraban judíos, como su médico personal el jienense Hasday Ibn Shaprut, y
cristianos como el obispo Recemundo de Córdoba al que mandó como embajador ante
el emperador Otón I de Alemania .
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