Abu l-Qasim Abbas ibn Firnás nació en la Cora (comarca) de Ronda sobre el
año 810. Recibió una educación muy completa que podríamos calificar de
humanista pues abarcaba multitud de campos, tanto de las letras como de las
ciencias. Fue un brillante filósofo y poeta, pero también fue un gran
científico con conocimientos de química, física y astronomía, principalmente.
También tenía conocimientos de música y solía cantar tocando el laúd. Por su
amplio abanico de conocimientos sus biógrafos lo denominaron como “sabio del
al-Ándalus”.
Sus dotes poéticas y sus
conocimientos de astronomía y astrología le sirvieron para formar parte del
grupo de elegidos por el emir Abderramán II que le gustaba rodearse en la corte
de poetas, astrólogos y músicos.
Sus conocimientos científicos, su
inquietud indagadora de nuevos artilugios y su carácter ingenioso y propenso a
llamar la atención con conductas “enigmáticas” (le gustaba hacer trucos de
prestidigitación y de alquimia) le llevaron a inventar cosas que no han pasado
desapercibidas a sus contemporáneos y que han servido a la sociedad andalusí a
ganar prestigio cultural y científico ante los ojos del mundo.
Con sus conocimientos de astronomía
y astrología llegó a representar en una estancia de su casa un planetario
imitando el firmamento. Ese planetario lo adornó con estrellas y nubes y le
añadió ruidos y destellos imitando a los truenos y relámpagos.
Creó una esfera armilar (o
astrolabio esférico) para representar el movimiento de los astros, siendo el
primero en occidente en utilizar las tablas astronómicas de Sinhind,
originarias de la India. Esta aportación de Firnás fue muy importante para el
cocimiento de las latitudes y el desarrollo de la navegación de altura.
Construyó con una técnica original un reloj hidráulico (conocido como
al-miqata). También fue el primero en occidente en desarrollar la técnica de la
talla del cristal de roca que ya conocían los egipcios.
Pero una de sus grandes obsesiones era la de volar. Se puede considerar a
nuestro personaje como el primer hombre en la historia que realizó intentos
científicos de volar.
En 852 decidió lanzarse desde una
torre de Córdoba con una enorme lona para amortiguar la caída. Se podría
considerar ese intento como la invención del paracaídas.
En el 875, ya con 65 años, se hizo confeccionar una especie de alas con
un armazón de madera articulado recubierto de una gran túnica de seda y
adornado con plumas a imitación de las alas de las aves. Estas alas
artificiales podía moverlas con sus brazos imitando el vuelo de los pájaros.
Convocó a los cordobeses (tenía un carácter exhibicionista) y se lanzó al aire
desde la Ruzzafa de Córdoba. Consiguió planear unos segundos pero el aterrizaje
fue bastante accidentado, pues como él mismo se dio cuenta después, la faltaba
la cola que los pájaros utilizan para guiarse y aterrizar.
Su acérrimo enemigo poético, Mu’min ibn Sa’id, le dedicó una sátira que
contenía estos versos: ¡Quiso aventajar al grifo en su vuelo, y sólo llevaba en
su cuerpo las plumas de un buitre viejo!
En los últimos años se han ido
reconociendo sus iniciativas científicas de diversas maneras. En Irak tiene una
estatua en su honor en la carretera del aeropuerto internacional de Bagdad y le
han dado el nombre de Ibn Firnás a otro aeropuerto de la ciudad.
Un cráter de la cara oculta de la
luna lleva su nombre. Córdoba, la ciudad que le vio volar inauguró en 2011 un
puente sobre el Guadalquivir con su nombre. También en Ronda, su tierra natal,
se ha inaugurado un centro astronómico que lleva su nombre.
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